lunes, 13 de mayo de 2013

Pongan los fideos. Por Mami.



Hay personas que compran un mapa (planisferio le decíamos en mi época escolar), y van pintando con colores los países que van conociendo. Otros más vernáculos (y que no quieren problemas con la AFIP) lo hacen con un mapa de Argentina; y también seguramente haya turistas cancheros que les parece de lo más cool venir a Buenos Aires y vivir en un hostel, y hacen lo propio con un mapita de las comunas porteñas bajado de la página de Macri.
Yo, que no puedo ser menos, estoy a punto de adoptar un hobby parecido, pero con la cartilla de OSDE.  Salvo algunas especialidades diabólicas que espero no conocer ni en cien vidas, tengo un arco-iris de Especialistas ya visitados y en muchos casos re-visitados. Neumonólogo?  Dos! Hepatólogo? Uno,  Gastroenterólogo? Dos!, Oftalmólogo, creo que dos también!  Cardiólogo? Tres! Hematólogo? Uno,  y con susto, Otorrino? Dos!  Traumatólogo? Uno, y bastante agreta. Y así puedo seguir pintando especialistas hasta usar todos los colores de la caja de crayones de mi hija (al margen, están seguros que esas cosas no son tóxicas??? Tiene hasta unos horrendos, con brillitos, eso nunca puede ser bueno).
Pero ahora, resulta que parece que tenemos que incorporar un nuevo  Especialista al staff, ya teníamos un médico para casi cada parte del cuerpo y ahora (redoble de tambores), ingresa….El Alergista! Ahora sí, ya estamos todos, pongan los fideos que en un rato comemos.
EL no es muy fana de los alergistas, así que como mi monster tenía los indicadores de no sé cuánto bajos, lo veníamos evitando; pero hace unas semanas me hicieron empezar a darle un antihistamínico y parece que funcionó bastante bien (no sé si es porque es más alérgica de lo que pensábamos o porque como le dá sueño no tiene tiempo de toser a la noche, pero como funciona, ya compré 10 bidones del liquidito ese).  Mi hija, cuando no tiene broncoespasmo, igual siempre mantiene una tos a lo “Bambino Veira” que es como una patada en el oído. Me ha pasado de estar con la criaturita en algún evento, toda emperifollada para la ocasión (ella, no yo, que apenas tengo tiempo de ducharme), e incluso haber logrado que se dejara una hebilla por más de veinte segundos sin arrancarse la mitad de los pelos; y que de golpe mande una de esas toses de fumador veterano que pareciera que de esa tierna boquita de año y medio va a salir un Transformer a toda máquina.
Y ahí la gente me mira mal!!! Pero mal en serio!! Primero con cara de “vos no te dás cuenta que tu hija tiene tuberculosis?” (le hicimos la reacción de Mantoux unas catorce veces, y no, no tiene, no tuvo y si puedo evitarlo no tendrá); después con cara de “podés llevarte a esa bolsa de virus de acá?” y tercero con cara de  “hay que ser mala madre para seguir comiendo sanguchitos de miga como si nada mientras tu hija lanza un pulmón”. Entonces, a esa altura, yo que me hago la que no me importa lo que piensen los demás me pongo toda culposa y empiezo a explicar que la tos es crónica, que no contagia, que no es nada, que ella es feliz igual, que ellos también van a tener que pagarle el psicólogo a sus hijos aunque no tosan,  que si quieren dejo el sanguchito pero la chica va a seguir tosiendo y que perdóoooooooon.

Lo bueno de todo esto es que con el antihistamíco la tos ha mejorado bastante, y por momentos ha desaparecido. Así que allí voy yo, a entregarme a las manos de El Alergista, a explicar toooooodo de nuevo, a luchar para que mientras lo explico la gorda no destroce TAMBIEN el consultorio del alergista, y a hacerle una nueva tanda de estudios, placas, pinchazos, pinchitos y gotitas. Todo sea por poder comerme un sanguchito en paz, y porque mi hija esté sana, sí, claro, eso también.