martes, 23 de octubre de 2012

El Mami-centrismo.


El Mami-centrismo. Por EL.
Ser Madre o Padre es lo más increíble que le puede pasar a uno en la vida. Antes de que nazca el bebé a uno le pueden decir: “es lo más lindo que me pasó en la vida”,” nunca me imaginé que iba a querer tanto a alguien”, “te cambia la vida”, “es vivir para otra persona”, etc., etc. Y todas estas frases son realmente ciertas, pero ninguna consigue transmitir lo que verdaderamente sentimos cuando nace nuestro hijo. Es increíble, súper intenso. Uno cree que está enamorado de su pareja y cuando llega el bebé, realmente te das cuenta de lo que es el amor incondicional.
Y la madre que era el centro del universo, todo el mundo la atendía, mimaba y cuidaba: “Qué linda que estás!”, “¿querés algo?”, “¿en qué te puedo ayudar’”, etc, etc., pasa de repente a octavo plano. Nace el bebé y la progenitora se va al descenso (como River), NO EXISTE MÁS. Y encima tiene que lidiar con la depresión post-parto, la lactancia y sus pegajosas complicaciones, los puntos… un espectáculo divino!
Este sacudón no es fácil de aguantar, es por eso que algunas tuercas de la maquinaria se aflojan, y comienzan las conductas bizarras.
Más de una reciente madre llega al supermercado y al momento de pagar atropella a toda la gente de la cola de la caja para embarazadas al grito de “Permiso, Permiso”, y al escuchar “esta caja es prioridad para embarazada” y darse cuenta que ya no cuenta con dicho beneficio, rompe en llanto y no puede entender cómo no le permiten pasar si ella ahora ES MADRE. ¿La gente no entiende?
Y en casos mucho más patológicos, sienten que el cochecito con el bebé es una prolongación de su cuerpo, y al llegar a la bocacalle sin detenerse a comprobar el color de la  luz del semáforo, baja del cordón al Scania con su hijito, mientras ella está parada a salvo en la vereda con cara de “Que barbaridad, cómo no me dejan cruzar, no ven que estoy embarazada”. Pero siempre hay algún conductor amante de la docencia vial que le grita en capicúa: “Loca, no ves la luz verde, es para que pasen los autos. Cuidá a tu hijo, looooooca!”
Y en ese momento (generalmente varios meses después del parto), nota que ya no es más el centro del universo, que no está más embarazada. Esta revelación la preocupa por unos instantes, hasta que se da cuenta que el mundo, que dejó de girar a su alrededor, ahora gira alrededor de su hijo. Y entonces, si el devenir de la humanidad va a depender de lo que ocurra con su pequeña criatura… ¿cómo no va llamar al Pediatra a la hora que se le ocurra, el día que se le presente la más mínima duda???? ¿no? Y si de casualidad a ella no se le ocurrió preguntar si la acelga había que cocinarla al vapor o hervirla, siempre aparece un marido o abuela voluntariosos que dicen: “Llamalo al Pediatra, que para eso pagás la Obra Social”.

viernes, 19 de octubre de 2012

MI Pediatra


MI Pediatra. Por Mami.
Dicen que cuando uno tiene un hijo empieza a sentir y a reflexionar sobre cosas a las que antes no les había dado la menor bola: el sentido profundo de la vida, la finitud de la existencia, la necesidad de dejar un legado, el significado verdadero de las relaciones humanas el bien, el mal y el masomenos. Bueno, NO, sorry a todos los filósofos de la maternidad responsable y autoconsciente; pero la realidad es que a lo sumo tenés tiempo para reflexionar sobre la espinaca al vapor, la cantidad de tonos de verde que pueden convivir en un pañal (después de la espinaca al vapor), cómo mancha el óleo calcáreo, y qué cara es la lecha maternizada. A lo sumo, en un exceso de transcendencia, podés pensar en sacar un seguro de vida, por si te pasa por encima el 129 por cruzar la 9 de Julio mientras hablás por celular tratando de conseguir turno con EL para hoy, para ya, para dentro de 3 minutos; porque la nena tiene mocos. Y quién es EL?, nada menos que uno de los hombres más importantes de tu vida, de la mía y de la de toda madre neurótica que ande dando vueltas por ahí. Y no…como se habrán imaginado, no me estoy refiriendo al padre del bebé, que por mucho que lo quieras, tenés que reconocer que en esto de criar al vástago, y mantenerlo más o menos sano tiene menos idea que vos, si eso es posible. Me estoy refiriendo nada menos que a EL, el único hombre cuya palabra es ley: el pediatra del bebé -aunque cuando hablás con tus amigas es inevitable que se te escape decirle “MI” pediatra, por una mezcla de regresión a la infancia y afán posesivo sobre ese señor que te la hace pasar tan mal, pero sin el cual no podés vivir.
Como madre de un bebé con unos cuántos “temitas de salud”, por suerte ninguno grave; durante el último año y pico compartí más vivencias con EL que con gran parte de mi familia, y me asomé al maravilloso mundo de la pediatría, dónde se me generó una enorme duda…. “CÓMO HACE ESTE HOMBRE PARA BANCARNOS????”.
Gracias a (o por culpa de) que he llegado a verlo una vez por semana, promedio; de a poco las consultas se fueron adornando con charlas sobre política, viajes, y hasta fútbol, y si lo agarraba con las defensas bajas, nos contaba alguna historia de alguna madre o padre aún más insoportable que nosotros. De ahí surgió la idea de volcar todo ese material en un blog (que es mucho más fácil que escribir un libro), para cumplir mi misión en la vida , y que las generaciones futuras  sepan cuánto le debemos a EL (y además porque al hijo ya lo tuve y el tema de plantar un árbol se soluciona bastante fácil –además si forzamos un poco la norma, vale la germinación de poroto que seguramente tendré que hacer cuando mi beba esté en la primaria).

La Vocación


La Vocación. Por EL.
En el momento que uno decide la especialidad que va a seguir al terminar la Facultad de Medicina, realmente no tiene ni la más mínima idea de lo que va a enfrentar laboralmente (money, I mean) y mucho menos qué le deparará la práctica cotidiana. Uno cree que por elegir Pediatría no va a tener que lidiar con el mundo de los adultos: nada más lejano de la realidad. Porque cuando inocentemente, decís “prefiero mil veces a los chicos que a los viejos”, te olvidás de un temita: los padres en general, y LAS MADRES en particular .
Durante la carrera de médico, es inevitable pasar por las salas de internación de los hospitales, quedando expuesto cotidianamente a sudoración y escatológicas emanaciones que salen de esos cuerpos donde la vida deja huellas. Entonces pensás en la pureza de los niños, y que su cuerpo no ha sido invadido por asquerosas bacterias (hasta que estos monstruitos se vuelven adolescentes y ahí sí, querido, entre el desajuste hormonal y la poca afección al baño, agarrate). Pero no se limita sólo a los púberes olorosos, sino que uno debe con una asiduidad que nadie elegiría, meter la nariz en el pañal de los bebitos, para reconocer colores, texturas y olores que los papis se desviven por mostrarle a EL.
Esta intensa relación Padres/Pediatra tiene su génesis en el derrotero que transcurre este Profesional de la Salud recién salidito de las aulas.
Todo comienza con una traumática formación (la Residencia), que comienza con la noble tarea de llevar carpetas con historias clínicas de un lado a otro para que los Especialistas dejen su impronta; y culmina, al pasar al último año de esta especie de Colimba, con el residente  creyéndose la reencarnación de Gianantonio, creencia que es justificable si pensamos que las salas de internación dependen de la genialidad del residente superior (esto se debe a la Maestría que realizan la mayoría de los médicos de planta en Café, Mate, y charlas que no le interesan a nadie).
Al finalizar la Residencia, los Pediatras vivimos un momento dramático. La inserción laboral. Son años de mi vida que prefiero olvidar. Atiborrado de guardias para sobrevivir (incluidos obviamente los fines de semana).
 Y un día, siempre algún colega que te lleva unos años, te encuentra tratando de terminar con esta cruel existencia, ahorcándote con un estetoscopio o haciéndote el harakiri con un baja lenguas; y llegan las palabras mágicas: ¿Por qué no empezás a hacer Consultorio?. Y de repente como una revelación, encontrás una luz al fin del camino, chiquita, eh! Pero no todo es tan negro. Entonces empezás esta nueva aventura, dándote cuenta de que casi no habías aprendido nada del manejo del consultorio en tu formación; y, en la mayoría de los casos, arrancás a atender sin tener aún tus propios vástagos, con lo cual no tenés experiencia como Pediatra, ni como Padre. Difícil!
Y realmente te das cuenta que esto es mucho más alegre que esas interminables guardias. Peeeroooo, resulta que tenés tres pacientes, y con eso no vivís. Entonces el objetivo pasa a ser aumentar el número de pacientes. ¿Y cómo podés hacer para lograrlo? simpatía, dedicación, obsecuencia, sumisión… casi un trapo de piso. Tenés que ser El Agradable, aunque te toque la Madre Primeriza Desquiciada, el Padre Preguntonto, o el Niño Monstruo que destruye el consultorio mientras la progenitora habla por celular y te dice: “Es un segundito, no te molesta, no?”. Y vos, ahí, sentado sonriendo como un imbécil, listo para una publicidad de pasta dental.
Pero este maquiavélico plan para generar volumen de pacientes, no consiste sólo en sonreír, sino fundamentalmente en generarle a los padres una dependencia pediátrica que los lleve a pensar que sin vos, no podrán subsistir; y que si ellos no siguen religiosamente tus indicaciones,  el niño no desarrollará todo su potencial, por culpa de ellos, obvio (la culpa y la dependencia generan maravillas).
Este plan, lamentablemente, dá resultado. Se acrecienta el número de pacientes, sí, pero la bola de nieve crece tanto que se vuelve ingobernable. La dependencia se retroalimenta y recibís llamados de lo más variopinto. Como por ejemplo:
-Llamado de urgencia: “a mi hija se le quedó trabada la cabeza entre los barrotes de la reja y no puede sacarla. ¿Qué hagooooo?”
-Padre experimentado ya: “el bebé tiene un moquito duro y tosió dos veces. ¿Es grave?”
-Fin de semana, hora de la siesta: “hola estoy en un asado, ¿Juan puede comer morcilla?”
-“El bebe se tiró un gas con mucho olor.”
Y así millones de llamados. Hasta que llega un momento en que estás hablando por teléfono todo el día, no hay descanso, no hay lugar para la familia. Es desesperante! ¿Qué hago? ¿Vuelvo a las guardias? Ni por toda la guita del mundo!!!. Dejo la práctica de la medicina? sí señor! paso a trabajar en un laboratorio! eso es vida, sueldo fijo, vacaciones, aguinaldo, fin de la jornada laboral a las 17hs. Vas a la entrevista y te encontrás con un personaje que casi no conocés: Un Jefe! ¿Qué? ¿éste me va a dar órdenes a mi? Yo, que hice 7 años de facultad, más cuatro de residencia, más la jefatura de residencia, más el postgrado, más… Olvidate!
¿Y entonces?.... ¿qué?
Entonces hice las paces con el consultorio, los monstruitos y las Mamis, pero ya no soy más El Agradable, pasé a ser YO MISMO. Basta de esa encantadora dulzura que empalaga.
Y ahí se produce una selección natural de los pacientes. Los que se sienten contenidos y acompañados, siguen eligiéndote como Pediatra; y el resto busca entre la interminable lista que tiene las Obras Sociales, para encontrar otro profesional que satisfaga sus necesidades. Ese es el momento en el cual comienzan a ocurrir todas las cosas que reflejamos en este blog. Y el momento en el que uno empieza a vivir esta profesión con mucha más alegría y honestidad.

martes, 16 de octubre de 2012

Presentación



Este blog está escrito por un pediatra real, y por la mamá de uno de sus pacientes, también real (capaz hasta un poco demasiado real). Para procurar que EL siga teniendo al resto de sus pacientes, y no violar secreto médico alguno, mantendremos el anonimato de los autores y los llamaremos simplemente "EL" y "Mami".

Y Mami dice sobre EL: EL es pediatra, marido y padre. Buen tipo, gran médico, y a esta altura también un buen amigo. Tiene la rara virtud de reirse de los estereotipos que EL mismo encarna, y tiene la mala suerte de haberse cruzado conmigo y mis neurosis. Durante el primer año de vida de mi hija, le inflé tanto la paciencia que terminó decidiendo que ya que no podía contra mí, tenia que unirse. Y acá estamos, haciendo catarsis recíproca sobre todo lo que no te cuentan cuando decidís tener un hijo; ni cuando decidís estudiar para curar a los hijos de los demás: de ahí que este espacio se apellide "El labo B de la pediatria" -para saber por qué su primer nombre es "Estocolmo" van a tener que seguir leyendo. Por último, una confesión: yo lo convencí de que legalmente era mejor no decir su nombre, pero en realidad, lo que quiero evitar es que al leer lo groso que es, salgan todas las chirusas corriendo a querer atenderse  con EL (o atender a sus hijos, bue). La premisa de de toda madre que se precie es siempre que su hijo es el único paciente, así que...por qué voy a ser yo distinta?
oct. 15, 2012

EL dice sobre Mami:
Mami es madre, profesional y esposa; o madre, esposa y profesional; o persona, madre, profesional, esposa; bueh ordenalo como mas te guste.
Mami tuvo un comienzo en esto de la maternidad, un poco a los tropezones. Hizo un curso acelerado en relaciones medicos de niños/paciente (padres en este caso), por algunos problemitas de salud de su primogénita. Nada grave, pero que requirió ocupación y preocupación en ciertos puntos, que me incluyeron como Pediatra y persona. Y a Mami, siendo una mujer moderna, profesional, la obligo a hamacarse entre su laburo y las corridas por estudios y consultas a Pediatra y Especialistas. Y la verdad, debo reconocer, siempre con espíritu positivo, inteligente, sin desbordes y con amor. Una genia!
Tanto es asi, que le permitio hacer un analisis sociopsicológico de los médicos y la sala de espera pediatrica (un mundo), con mucho humor.