jueves, 14 de noviembre de 2013

Glosario de mamis. Por Mami.




Cuando pasás muchas horas en una o varias salas de espera tenés tiempo de observar a las otras madres que están ahí con sus productitos (y a veces con algún marido con cara de estar pasándola mal). Lo que diferencia la sala de espera del pediatra (de cabecera o Especialista) de la de cualquier otro médico es que no te queda otra que interactuar. No tenés chance de enfrascarte en tu libro, ni siquiera de hojear la Caras, jugar al Candy Crush, o  cualquier otra actividad de introspección, porque tenés a cargo un pequeño remolino que no te lo va a permitir por los próximos 20 años.  Además como ya comentamos, parece que un hecho tan común como ser padre, y tan azaroso como tener al mismo pediatra, te convierte en almas gemelas con todos los otros progenitores que están ahí, y TENÉS que charlar. Para quienes no son(mos) sociables por naturaleza esto es un penalazo, pero queda feísimo que alguien te diga “qué linda tu neeeeena ¿cuánto tiene?”y vos no le respondas “y el tuuuuuuyo es un amoooor”; así que te metés de cabeza en toda una sociabilización forzada con la gente del consultorio. Obligás a tu nene a compartir los juguetes y hasta alguna galletita con el hijo de la mina que llegó dos segundos antes que vos y te cagó el turno; lo defendés disimuladamente de los manotazos del delincuente juvenil hijo de la boluda esa que está hablando por teléfono; lo obligás a no pisar a la nena que está allá, etc.
Pero me fui por las ramas, lo que quería comentar es que fruto de toda esa sociabilización obligada y de rejunte, terminás detectando casi a primera vista a qué categoría de madre pertenece cada una. Aquí una corta visita guiada para conocer la fauna autóctona de las salas de espera.

1.     La superada todo bien. Esta madre transmite que está a cargo de la situación. Nunca se pasa 10 minutos buscando la credencial de sus retoños porque siempre sabe exactamente dónde la puso. No tiene lista de preguntas porque se acuerda todo de memoria. No se marea con las explicaciones del pediatra y el chico se porta moderadamente bien. Tiene clarísimos los síntomas y casi siempre le pega, sabe perfectamente contra qué bichos es “La Séxtuple”, y nunca se olvida cuántas gotitas de cada cosa hay que dar para qué y cada cuántas horas.

2.     La superada todo mal. Es lo contrario de la anterior. En este caso la situación la controla a ella. Llega con 2 o 3 pibes con uniforme de colegio privado de la zona, mira alrededor todo el tiempo para asegurarse que no se le perdió uno, grita, se le caen las camperas, le trata de dar a la secretaria la credencial del Colegio de Abogados en lugar de la de OSDE, y en resumen, se nota que le falta la mucama. Generalmente no hay un padre a la vista, pero sabemos que existe porque cuando uno de sus indios la emprende a patadas contra otro sólo atina a chillar “le voy a contar a tu padre”, demostrando que no tiene la menor chance de ejercer un gramo de autoridad. He escuchado especímenes de esta categoría amenazando a sus malcriados hijos con castigos tan demenciales como “te voy a sacar la PS3” (PS es Playstation, aunque suene a vacuna).

3.     La iluminada. En su mundo todo es armonía. Le dio la teta a sus hijos hasta los 3 años, va al homeópata, y siempre tiene una sonrisa beatífica en la cara que te hace pensar que se fumó algo antes de entrar al consultorio. Es frecuente verla sentada en el piso como indio, contándole un cuento a su iluminado hijo y si tenés un poco de suerte, al no iluminado tuyo. Igual no te la cruzás demasiado porque no suele ir en los mismos horarios que vos, que le rogás a la secretaria que por favor, por favor, por favor te dé el último turno e igual llegás con la lengua afuera, el chico sin pañal de repuesto y puteando por el tráfico.

4.     La divina. La odiamos. Es la auténtica mami argentina for export que sólo existe en las revistas de la pelu, y aparentemente en el consultorio de EL, para recordarte que esos 8 kilosque te quedaron del embarazo ya son 10 desde que dejaste de dar la teta y no de entrarle al bizcochuelo con dulce de leche. Por algún misterioso motivo El la atiende media hora mientras que a vos te despacha en 10 minutitos. Ya dije que la odiamos?

5.     La copada buena onda. Es la que todas queremos ser. Es tan simpática que es a la única que la secretaria no la mira con cara de culo cuando llega tarde. Llega y le dá un beso a todo el mundo, convida galletitas, se acuerda el nombre de tu hijo (probablemente porque en la última consulta en la que te la cruzaste te escuchó gritarle “Juan Martín Martinez Lavalle, dejá eso o te revientoooo”). Tampoco nos las bancamos mucho, porque él la recibe con una sonrisa que parece sincera, no como a nosotras que pone cara de “uydiosotravezestaloca” cuando nos vislumbra.

6.     La desquiciada. Es la que en realidad somos la mayoría. Llegás con lo justo, con una mano sostenés al borrego de dos años que patalea en busca de libertad, con la otra cargás la cartera en la que revolvés infructuosamente en busca de la credencial que obviamente quedó en la billetera de tu marido o en la mesita del living (decí que te pasó tantas veces que ya te anotaste el número en el celular), y con la pera le sostenés la cabeza al bebé que tenés colgado en la mochilita; cuando EL te atiende, intentás contener a tu monstruo para que no destruya el consultorio mientras te esforzás por entender qué te está diciendo sobre el próximo estudio que hay que hacerle y te resignás a no acordarte ninguna de las preguntas qué querías hacerle. Generalmente te olvidás algo en el consultorio y te vas con una criatura llorando y la otra a medio vestir porque te dá cosa hacerle esperar a EL mientras vos hacés judo con ella para volver a ponerle las medias.

7.     La perfecta. Impecable. Llega 5 minutos antes de su horario con su hijito rubio sentado muy circunspecto en su cochecito importado sin manchas de galletita; tiene las uñas pintadas del color de moda y la planchita hecha. No necesariamente es linda, pero se le nota el gimnasio. Camina sobre sus plataformas sin riesgo aparente de romperse un tobillo, y su maquillaje está impoluto aunque sean las 7 de la tarde. Obviamente su hijo es el que mejor se porta en todo el consultorio, dice por favor y gracias y no gatea aullando por los pasillos como el tuyo. También la odiamos, pero menos, porque seguro que el psicólogo le va a salir más caro que a vos.

8.     La hecha mierda. Es lo contrario de la anterior. Es la puérpera eterna. Va en calzas y tiene las raíces crecidas. Obviamente sigue pareciendo embarazada. Al pibe lo lleva con piyama con patas aunque tengas 2 años. Tiene permanente cara de cansada. Te deprime un poco, pero te reconcilia con vos misma. Además, EL la atiende menos tiempo que a vos y eso te sube un poco la autoestima.

9.     La hipocondriaca transitiva. Su hijo siempre tiene algo gravísimo. Pide que la atiendan antes aunque llegó última porque pobrecito seguro tiene una eruptiva. Lo llama a EL 48 veces por semana, cada vez que el pobre pibe estornuda, tiene un grano, o un ataque de hipo. También era la embarazada que se leía todo lo que podía salir mal y aprendió en el cuarto mes qué significaba preclampsia. Es la típica calientaconsultorios, porque cuando sale ella y te toca a vos, que estás esperando verlo hace un mes, el buen hombre no quiere más lola y te echa Flit en 3 minutos por más civilizada que vos te hayas entrenado para ser.

10.  La bipolar. Esta saca de quicio al pediatra más zen. Es la que lo llama el domingo a la hora de la siesta porque a su tesorito lo picó una hormiga colorada; pero después lo lleva en el auto sin sillita y a upa de la abuela porque total es acá cerquita. Puede armar un escándalo por la insignificancia más insignificante, pero se le pasa 7 meses la fecha de las vacunas.

11. La que se tomó un Agarompa. En toda sala de espera que se precie hay una de estas. Puede ser porque de verdad se clavó algo, o simplemente porque está más allá del bien, del mal y de las normas de convivencia. Permanece inmutable mirando el horizonte si su hijo se cae, se levanta, pierde un zapato por el camino, vomita en el ascensor, pega, se le caen los mocos, le afana las galletitas al tuyo o le tira de la cola a un rottwailer. La envidiamos y hasta un poco le tememos.

jueves, 13 de junio de 2013

Casting Prenatal. Por EL.



La consulta prenatal de por sí es extraña, ya que ir a ver a un Pediatra sin un bebé, es por lo menos raro. Pero realmente es útil, porque llevar al nuevo integrante de la familia a un médico sólo por referencias del Obstetra, Partera, amiga, o la vecina del 5to B, no es lo más recomendable; porque podés estar  frente al Presidente de la Asociación Mundial de Pediatría, y que sea un groso por todo lo que sabe, pero tal vez te parezca un freezer. O todo lo contrario, te puede tocar Patch Adams. Y en esto de la relación médico-paciente, más allá de pergaminos profesionales, es importantísimo la química, vibra, onda, etc., que se genere; y con el correr de las consultas, la confianza.

Pero en Crianza - y todo el marketing que se ha creado a su alrededor, desde el chupete anatómico para que no se tuerzan los dientes, pasando por los maléficos manuales de crianza (¿los pibes son electrodomésticos?), hasta los colchones para apneas (freak total)-  ha cobrado una envergadura inusitada, la consulta prenatal. Entonces lo importante es: el nivel profesional, la onda, la pilcha, el consultorio, la secretaria, el celular, el mail, las visitas a domicilio, etc., etc. Al punto que creo que más de uno lleva un cuestionario a llenar, para después cargarlo en una planilla de excell, que sacará, mediante una fórmula matemática de varios términos y contemplando todas las variables, quién será finalmente el ELEGIDO.

Existen tantas personalidades como credos, religiones, razas, etnias, etc.; tanto del lado de los pacientes, como de los galenos. Con lo cual el encaje a veces va impecable y en otras hay que usar mas fuerza que maña; es decir, hay que empujar un poquito para que calce.

Años atrás, a mi realmente me incomodaba el casting. Hoy me divierte, ya que la variedad de posibilidades y los roll playings lo vuelven entretenido.

Esta diversidad, me lleva casi sin quererlo, a hacer una enumeración descriptiva:

1.    Los paracaidistas: son los que van a la consulta porque les dijeron que tenían que hacerla, y no tienen ni puta idea, del porque de estar frente al médico. Los recomendó el obstetra, la mamá de la compañerita del sobrino, o te buscaron  en la cartilla  y te eligieron porque les quedabas cerca, porque te confundieron con otro, o porque pueden pronunciar tu apellido.
2.    Los obsesivos: siguiendo su cuestionario (que puede salir de una encuesta de Harvard o de la Para Ti, ya que la obsesividad no está ligada al CONICET únicamente), te bombardean, y van anotando. Creo que después vuelcan el resultado en planillas con puntos y/o colores.
3.    Los cancheros/superados: “nosotros creemos que todo debe ser natural”, “los pibes crecen solos”. Te hacen consultas de igual a igual, casi que esto de la pediatría es una boludez (hasta que en la primera fiebre de la criatura te internan a llamados, mails, whatsapp y te esperan en la puerta de tu casa con el pibe y un termómetro)
4.    Los relajados: “estamos bárbaros”, “ella es una divina, no se queja de nada”, “¿qué te parece el parto sin peridural, acuático, haciendo la vertical”? (a los 4 cms de dilatación lo más probable es que esté tratando de vender a la madre a cambio de una buena dosis de anestesia, y mande al parto acuático a la mierda).
5.     Los incisivos: “¿vos atendés llamados a las 3 AM?”, ¿si necesito que vengas a mi casa, vas a poder en cualquier momento, siempre, aunque sea Nochebuena, Yom Kippur y el cumpleaños de tu hija todo junto?”, “¿sos K o antiK?”. Todo con tono imperativo, obvio.
6.    Padres médicos: lo primero que dicen es “de Pediatría no sabemos nada” (pero igual van a cuestionar cada una de tus recomendaciones, decisiones, apreciaciones y opiniones)
7.    Los pseudo médicos, título otorgado por la experiencia previa. Según ellos la clínica pediátrica se circunscribe al ibuprofeno, salbutamol, betametasona y la amoxicilina. En cuanto a la medicación es posible, pero hay que estudiar un toque (7 años de universidad + 4 de residencia) para saber cómo utilizarlos.

Y así podría esta horas, pero lo más jugoso son las combinaciones. Y pobre el padre, que quiere participar y está medio en bolas en esto de la maternidad/paternidad. Porque obviamente el progenitor no recibe semanalmente los mails de Materna diciendo cuánto mide el bebé y cuántas neuronas tiene y de paso qué cochecito hay que comprarle, con lo cual no tiene demasiada idea de lo que está pasando, salvo que le preste un toque de atención a la mujer cuando lee a viva voz, el newsletter que le llegó (igua no retiene mucho).

1.    Madre en tema – Padre gracioso: la cantidad de caras de culo que le propina ella a él, van increscendo hasta que en algún momento le pone los puntos: “¡Fabián basta!”.
2.    Madre obsesiva dominante – Padre silencioso: ¿sumiso o en un estado de conocimiento del mundo superior? ¿Salame o un genio?, solo el tiempo determinará ante quien estoy. “Pasame el bolso, así el doctor ve los estudios que me hice desde que tengo 6 años y la foto de mi hermano a ver si el nene nos sale igual de chueco”, “Fabián, te dije que el huevito va en el medio ¿ves? ¿ves que yo sabía? No sé ni para qué opinás”, “contale al doctor que tenés el colesterol en 203, y qué no hacés dieta, ni los 150 minutos semanales de actividad física recomendado por el American College of Sport Medicine, eh, dale, contale….contale a ver qué le parece, qué tan buen padre podés ser, contale, contale”, “mi suegra tiene artritis reumatoidea, ¿Qué probabilidad va a tener Juanita de sufrir esta enfermedad HE-RE-DI-TA-RIA?. En mi familia nadie tiene ninguna enfermedad, pero en la de Fabián son todos un desastre”.
3.    Madre divina – Padre salame / mala onda: ella un amor, preguntando todo lo que quiere saber del bebé para llegar lo más tranquila al momento del nacimiento, con un tono y lenguaje super dulce; y el pseudo genio mirando con cara de análisis exhaustivo /desconfianza y sin hablar. Hasta que habla y hace una pregunta mala onda, buscando el pelo en el huevo. “¿Si decís que el huevito va en el medio, qué pasa si te cae un OVNI desde el cielo?”.
4.    Madre experimentada – Padre primerizo: “vinimos a verte porque, Fabián, leyó en Ser Padres Hoy, que el pediatra debe conocer como es la dinámica familiar, y el piensa que venimos a hacer terapia de pareja acá.¿Lo podés creer? Es primerizo, se nota, no? Vos mirá un rato la dinámica familiar así Fabián se queda contento y podemos seguir con la vida” (si Fabián vuelve a la consulta es solamente porque su esposa tenía que ir a una reunión de padres, de los pibes, que no son de él, obvio).

Pobre Fabián, no? Además de ser un salame, lo tienen para el cachetazo.

Bye!




lunes, 13 de mayo de 2013

Pongan los fideos. Por Mami.



Hay personas que compran un mapa (planisferio le decíamos en mi época escolar), y van pintando con colores los países que van conociendo. Otros más vernáculos (y que no quieren problemas con la AFIP) lo hacen con un mapa de Argentina; y también seguramente haya turistas cancheros que les parece de lo más cool venir a Buenos Aires y vivir en un hostel, y hacen lo propio con un mapita de las comunas porteñas bajado de la página de Macri.
Yo, que no puedo ser menos, estoy a punto de adoptar un hobby parecido, pero con la cartilla de OSDE.  Salvo algunas especialidades diabólicas que espero no conocer ni en cien vidas, tengo un arco-iris de Especialistas ya visitados y en muchos casos re-visitados. Neumonólogo?  Dos! Hepatólogo? Uno,  Gastroenterólogo? Dos!, Oftalmólogo, creo que dos también!  Cardiólogo? Tres! Hematólogo? Uno,  y con susto, Otorrino? Dos!  Traumatólogo? Uno, y bastante agreta. Y así puedo seguir pintando especialistas hasta usar todos los colores de la caja de crayones de mi hija (al margen, están seguros que esas cosas no son tóxicas??? Tiene hasta unos horrendos, con brillitos, eso nunca puede ser bueno).
Pero ahora, resulta que parece que tenemos que incorporar un nuevo  Especialista al staff, ya teníamos un médico para casi cada parte del cuerpo y ahora (redoble de tambores), ingresa….El Alergista! Ahora sí, ya estamos todos, pongan los fideos que en un rato comemos.
EL no es muy fana de los alergistas, así que como mi monster tenía los indicadores de no sé cuánto bajos, lo veníamos evitando; pero hace unas semanas me hicieron empezar a darle un antihistamínico y parece que funcionó bastante bien (no sé si es porque es más alérgica de lo que pensábamos o porque como le dá sueño no tiene tiempo de toser a la noche, pero como funciona, ya compré 10 bidones del liquidito ese).  Mi hija, cuando no tiene broncoespasmo, igual siempre mantiene una tos a lo “Bambino Veira” que es como una patada en el oído. Me ha pasado de estar con la criaturita en algún evento, toda emperifollada para la ocasión (ella, no yo, que apenas tengo tiempo de ducharme), e incluso haber logrado que se dejara una hebilla por más de veinte segundos sin arrancarse la mitad de los pelos; y que de golpe mande una de esas toses de fumador veterano que pareciera que de esa tierna boquita de año y medio va a salir un Transformer a toda máquina.
Y ahí la gente me mira mal!!! Pero mal en serio!! Primero con cara de “vos no te dás cuenta que tu hija tiene tuberculosis?” (le hicimos la reacción de Mantoux unas catorce veces, y no, no tiene, no tuvo y si puedo evitarlo no tendrá); después con cara de “podés llevarte a esa bolsa de virus de acá?” y tercero con cara de  “hay que ser mala madre para seguir comiendo sanguchitos de miga como si nada mientras tu hija lanza un pulmón”. Entonces, a esa altura, yo que me hago la que no me importa lo que piensen los demás me pongo toda culposa y empiezo a explicar que la tos es crónica, que no contagia, que no es nada, que ella es feliz igual, que ellos también van a tener que pagarle el psicólogo a sus hijos aunque no tosan,  que si quieren dejo el sanguchito pero la chica va a seguir tosiendo y que perdóoooooooon.

Lo bueno de todo esto es que con el antihistamíco la tos ha mejorado bastante, y por momentos ha desaparecido. Así que allí voy yo, a entregarme a las manos de El Alergista, a explicar toooooodo de nuevo, a luchar para que mientras lo explico la gorda no destroce TAMBIEN el consultorio del alergista, y a hacerle una nueva tanda de estudios, placas, pinchazos, pinchitos y gotitas. Todo sea por poder comerme un sanguchito en paz, y porque mi hija esté sana, sí, claro, eso también.

martes, 19 de marzo de 2013

Comienzo hot. Por Mami.




“Su atención por favor, un pasajero necesita asistencia médica; si se encuentra un médico a bordo, le solicitamos contactarse con el personal de cabina”. 
Así empezaron mis vacaciones.
El pasajero que necesitaba asistencia médica a la 4 de la mañana y en pleno vuelo era, por supuesto, mi hija, que paradójicamente, vo-la-ba de fiebre que el antitérmico no lograba bajar.
Detengámonos un minuto en la parte en la que le estábamos dando Paracetamol y no Ibuprofeno, porque mi marido juraba que “en la mochila no está, no estaaaa, te lo olvidasteeee”. Y como yo no me podía mover, atrapada debajo de la beba, que chivaba como un defensor de Excursionistas, y trabada por el señor de la derecha, que roncaba como un idem; confié ingenuamente en que mi media naranja, si pudo hacer un master en USA, podía localizar un frasquito de Ibuprofeno tamaño apto para aviones (que EL me había dado “por las dudas” esa misma tarde) en una mochila –su mochila. El frasquito, previsiblemente, estaba donde yo le decía que lo había puesto, pero de eso no me enteré hasta varias horas más tarde; así que sigamos por la parte en la que 2 abnegados profesionales de la salud, con cara de dormidos (un Pediatra, gracias a todos los santos, y un oftalmólogo, que no servía para mucho pero daba apoyo moral), llegaron al rescate.
El tipo me puso cara de “si pensás bajarle los 39 grados y medio con Paracetamol te deseo suerte” y se lanzó a la búsqueda de ibuprofeno líquido, que por supuesto nadie tenía, a pesar de que en el avión había más chiquitos que adultos. Finalmente luego de una búsqueda exhaustiva (recordemos que era una indecente hora de la madrugada y estábamos a varios miles de pies de altura), alguien tuvo la brillante idea de pinchar una cápsula blanda de Ibuprofeno (esas de las propagandas en las que hay deportistas musculosos, no bebés), y darle con una cucharita a ver qué onda.
Le bajó un poco, le volvió a subir, le bajó, le subió, y cuando llegamos estaba de nuevo en más de 39. Temiendo que nos deportaran por ingresar al país alguna pandemia, logramos pasar migraciones poniendo cara de inocentes, y recuperar el equipaje que contenía la salvación: el antibiótico que EL también me había dado, también por las dudas, también esa misma tarde.  Porque resulta que la pioja, ya que tenía pensado enfermarse en vacaciones, por lo menos tuvo la delicadeza de despertarse esa misma mañana con 37.4 y permitirme hacer una escapadita preventiva al consultorio, que es el programa que todos queremos hacer el día que nos estamos yendo de vacaciones, sobre todo si no tenemos las valijas listas. No me envidien.
Si algo aprendí en este año y medio que llevo de madre es que los chicos, si lo que tienen no es grave, se recuperan muy rápido. Lo que a mí me lleva una semana de sentirme para el culo,  a mi hija le toma 3 horas de siesta (claro, ella no está aparte corriendo atrás de nadie, ni cambiando pañales, ni bancándose a mi jefe, en definitiva no tiene mucho más que hacer aparte de combatir al virus o bacteria que la molestaba).  Cuestión que entre el antibiótico, el ibuprofeno milagrosamente hallado en la misma mochila donde unas horas antes no estaabaaaaaaa, y algunos pufs de Ventolín (sí,  pintó darle también Ventolín ¿y qué?, si la piba me empezaba con broncoespasmo antes que yo pudiera darme una ducha, me ponía a llorar ahí mismo. Y no le encajé también reliverán y sales de rehidratación porque me frenaron); la fiebre empezó a bajar y no volvió a subir y todo siguió su curso normal. Y mi tesorito volvió a romper los quinotos duro y parejo, saludablemente, el resto de las vacaciones…


martes, 5 de marzo de 2013

Vacaciones. ¿Un merecido descanso? Por EL.



Para mi, estas vacaciones fueron especiales, tristemente especiales, por lo inentendible de ciertas cosas de la vida.
Inexplicablemente la playa estaba llena de mariposas, como nunca antes; nos seguían a donde fuéramos o creíamos que así era. Sumando color y movimiento a una de las puestas de sol más increíbles que ví en mi vida. Siempre buscando el destello de luz verde, cuando se esconde febo; en busca de la garantía de la felicidad eterna. Sólo por imaginártelo o por un efecto óptico, qué fácil, qué bueno!
Disfrutar de los atardeceres, de los colores del cielo, de la charla (mate por medio), de la felicidad (sin rosca) de los chicos. Es increíble, con que poco sos tan feliz. ¿Poco? Es el placer de las pequeñas cosas. En vacaciones, podés sacarte de encima, todos los temas que te atosigan durante el año (o te olvidás de a ratos), te permitís levantar la mirada, y disfrutar del efecto del viento en un árbol. O mirar el horizonte. Obvio el enviroment colabora. ¡La naturaleza!
Ver a mi hijo mayor, pelear con las olas o bajar un médano con su tabla. La chiquita jugar con la arena o correr locamente a la orilla, 200 veces por día (lo que implica que yo también lo hice, como su guardaespalda); o comer galletitas llenas de arena (¿cómo hacen, no les molesta?).
Las consultas playeras, esta vez, se limitaron a:
-¿Qué le pongo para esta picadura?
-Se le hinchó un ojo, ¿es grave?
-¿Por qué no pueden comer carne picada los bebés, y el asado no hace falta que esté duro como una zapatilla?
-¿Qué pensás del protector solar en aerosol?
-¿Cuál es tu opinión del protector contra aguavivas?
-Una amiga de mi mujer, la llamó porque la beba tenía mucha fiebre, para ver qué pensaba yo o sea EL. ¿Y yo qué podía decir? ¿Seré la reencarnación de Sai Baba y todavía no me enteré?
Y ya que estamos todos, poné los ñoquis. Mi chiquita clavó 39 sostenido durante varias horas, sin respuesta a los antitérmicos, con lo cual yo ya me veía el peor panorama, sepsis, meningitis, etc, etc. Tres días seguidos de fiebre, sin un mísero moco. Ay, mi deus! Lejos de casa y de la medicina a la cual estoy acostumbrado. ¿Qué hago? ¿Me tomo un avión y me vuelvo a Buenos Aires? Por suerte para contrarrestar mi locura, está mi mujer, también médica (¡otra especialidad, por suerte para la economía del hogar, Je!), pero mucho más tranquila (el yin y el yan). Empecé por lo más básico, ir a la guardia con un frasquito de orina, ya recolectado. Al vernos entrar al consultorio la Pediatra, sonrió y nos dijo ¿ya juntaron el pis? Tras la explicación necesaria (padre Pediatra), se dio cuenta que no estábamos tan chiflados, y coincidió con mi decisión. ¡Menos mal!
Y finalmente era, como no podía ser de otro modo, la Sexta. Ufffffffff! Volver al disfrute de las vacaciones.
Mirando el horizonte, en un momento que el resto de la flía estaba en algún otro menester, viviendo una tranquilidad que me transportó a un estado zen, empecé a sentir como un alivio, mis pies se levantaron del suelo (arena), y empecé a comprender algo de las vacaciones. Siendo sintético, sin delirar demasiado, y ahorrándonos que mis hijos son lo que más quiero y me importa en la vida, no podemos disimular que estar a cargo de ellos 24hs, por lo que duran las vacaciones, es por lo menos una tarea titánica. Al punto que uno se plantea si es un verdadero descanso. En el momento de la vuelta al laburo, no sabés si estás triste o contento; y fácilmente podemos enunciar los “por qué”, de cada sensación. Pero en mi estado de elevación, me pareció escuchar lo que pensaban mis pequeños: “no los aguanto más”, “¿cuándo me los saco de encima?”, “¡que hincha pelotas que son!”, “prefiero estar en las escuela, antes que bancarme a estos densos”. Y con este estado de iluminación, logré darme cuanta que es difícil para todos. No sólo para nosotros. Con lo cual subí un escalón en la comprensión de mis chiquitos. Por un momento, creo haber logrado un estado de espiritualidad; que no es poca cosa.


Para Pao, te vamos a extrañar mucho.