jueves, 27 de diciembre de 2012

Las Antivacaciones. Por EL y Mami.


Después de un año de mucho laburo, llegan las tan ansiadas vacaciones. Uno está desesperado por llegar a este momento en el cual, absolutamente engañado por los mecanismos de la mente, cree que va a descansar y disfrutar como nunca y todos los problemas del año quedarán sepultados, por esta construcción fantasiosa. En primer lugar, para los profesionales independientes, se nos vuelve todo un tema, porque hay que pagar lo que uno supuestamente va a disfrutar, y todo lo que queda en Buenos Aires (los fijos habituales, incluido el consultorio), y obviamente no entra un mango. Con lo cual queda un tomuer importante, que de alguna manera siempre se paga.
Se acercan las fiestas, el turrón, las calorías, la  lucha para que mi pulga no se tire encima del arbolito de cuanta casa visitamos en todo el mes…y las tan esperadas y temidas vacaciones.  No sólo el blog se toma unas vacaciones, sino que nosotros también partimos por unos días buscando horizontes con menos piquetes y menos jefes. Y lo que hasta hace no tanto tiempo (aunque parece de otra era geológica) era una ocasión para el absoluto relax, hoy es una receta para el absoluto caos. Lo que antes era “el día anterior preparo un bolsito y si me falta algo lo compro allá” hoy es “falta un mes y medio para irnos y ya estoy estresándome pensando en cómo voy a hacer para que en las vacaciones mi beba no se insole, no se indigeste, no se aburra, no se le cambie el sueño, no se me pierda en un aeropuerto, no coma demasiada arena y no me haga rogar volver a la oficina”.
El primer paso es lo concerniente a los preparativos. En mi caso particular, mi mujer se encarga de la valija de ella y de los chicos; y a mí me toca meter algo de ropa y un botiquín, que podría servir para  pasar un mes en el Amazonas, amenazado por alimañas y animales a los que solo Indiana Jones sobreviviría. Toda la papelería también queda bajo mi dominio, más el tema “auto”, que realmente no es mi fuerte. Después de un año de desprecio absoluto por el vehículo, me acuerdo el día anterior que, como debo llevar a la flía a la ruta, resultaría prudente controlar las cubiertas. Obviamente siempre están bajas y desparejas; y como ya no hay tiempo de soluciones reales, les pongo aire a full y que aguanten. Como buen Pediatra, lo que siempre está impecable son sillita y suplementos para niños. Y acá no es joda, no salgo de casa sin chequearlo.
Por suerte, por lo menos este año coincidimos con EL en el período de vacaciones. Juro que es casualidad, aunque mi marido dice que si EL hubiera decidido irse en junio, yo cancelaba todo y tiraba 6 meses  más con tal de no volver a quedarme otra vez “despediatrada” en Buenos Aires. Yo me hago la superada y digo que nada que ver, que soy perfectamente capaz de sobrevivir 15 días con el pediatra suplente; pero la verdad que me acuerdo de lo que EL “me” hizo el año pasado y me dan ganas de llorar. No sólo se fue en otro momento, haciendo que los períodos de orfandad fueran dos (cuando EL estaba de vacaciones, y después cuando me fui yo); sino que ni siquiera tuvo la delicadeza de irse a la costa argentina, donde ante cualquier eventualidad yo hubiera podido enfermarle el cerebro con mails, chats y llamados. El muy ingrato cargó a toda su familia, apagó el celular, tiró bomba de humo y se metió 3 semanas en un barco en el medio del océano!!! Obviamente dejó un suplente del que me recitó todas las virtudes antes de irse; y obviamente al suplente no lo llamé ni media vez ¿qué se creé? ¿que a mí me arregla con cualquiera?
Ahora empieza lo jugoso. Durante el mes previo a mi salida, todos los padres me preguntan en caso de necesidad, a quién deben concurrir (pregunta superlógica, diría el Indio Solari). Y otros a manera de chiste (pero todo chiste se basa sobre una realidad inexpugnable) me dicen: ¡espero no tener que llamarte durante tus vacaciones! Y esta es de las respuestas mías, que más placer me generan: ¡No creo que puedas hablar conmigo, porque son mis vacaciones, y no voy a estar disponible! Tomááááááá! Te lo dije, in your face! Y volviendo a una conducta un poco más polite, les digo: “en la casilla de mensajes de mi celular dejo el teléfono del Dr. Pirulo, que es un excelente médico (y realmente lo es, porque si no, no lo dejaría al cuidado de mis pacientes). El mensaje dice claramente, comunicarse con el Dr. Pirulo, en caso de urgencia. Y nuevamente volvemos a una disquisición filosófica sobre la palabra URGENCIA. Para un Pediatra una urgencia es una convulsión, un cuadro febril de difícil manejo, un broncoespasmo, etc. Y definitivamente no lo es, un certificado de aptitud física, la elección del protector solar, corroborar si el Nestum de maíz se puede dar a los 7 meses, la gran preocupación de los padres durante el asado, LA MORCILLA, etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc, etc.
Obviamente una de las (millones de) cosas que cambian cuando tenés un hijo es la elección del destino de las vacaciones. Cuando estaba sola, me prendía al plan con amigas que más me divertía; cuando conocí a mi marido, emprendíamos viajes en auto por algún país interesante, parando dónde queríamos, comiendo cuando teníamos hambre y eligiendo el hotel sobre la marcha. Ahora, con pulguita 1 en pleno terremoto de año y medio y pulguita 2 en camino, la elección del lugar de vacaciones se vuelve tema de conversación alrededor de mayo, y conlleva múltiples elucubraciones sobre dónde es menos complicado sacar a pastar al monstruo. Por supuesto, los viajes en auto quedan completamente descartados, y el hacernos los hippies y comer y dormir cuándo, dónde y lo que pinte se transforma en una utopía. Las opciones para irte de vacaciones con niños sin divorciarte, psicotizarte, o terminar vendiendo al pendejo en el intento son llamativamente pocas, llamativamente burguesas….y llamativamente caras.
¿Pero Uds. creen que esto termina acá? ¿El tipo baja la cortina del consultorio, sale de vacaciones y se terminaron los pacientes? Error! EL vive permanentemente la Pediatría, a cada instante. Porque no lo puede evitar, quiera o no. Me voy de vacaciones a un destino donde está lleno de compañeritos de escuela de mi hijo mayor. Con lo cual diariamente recibo consultas sobre fiebre, picaduras, eczemas, quemaduras de sol, uñas encarnadas, de los amiguitos de mi primogénito. Y obviamente de sus hermanos y cada tanto de sus padres. Y todo de onda, 100%, buena onda. Cada tanto algún copado, me invita un asadito ¡ya que me sacaste de este apuro! Pero la máxima fue el verano pasado: ni bien entro al edificio, me cruzo con una cara conocida, que me abraza y me larga todo un speach: “yo soy amigo de Fulanito, te estaba esperando, no sabés lo que me paso! Bla, bla, bla. Y no confío en los sanatorios de acá, no veía la hora de que llegues”. Casi sin dejar las valijas, abandonando a mi mujer e hijos porque este monstruo me arrastraba hacia su departamento para ver a su chiquito, me encuentro en un fastuoso hogar rodeado de caras que nunca había visto. Reviso al niño, que obviamente no tenía nada importante, y la madre le dice al padre (quien me arrió cual ternero descarriado) “preguntále cuáles son sus honorarios” (¿y por qué no me lo dice directamente a mi? ¿Ésta no habla con la plebe? ¿el dinero es un tema que a ella no le concierne?) Entonces recibo la pregunta: “¿Qué te debo?” ¿Y el boludo que contesta? Nada, no te preocupes, cualquier duda estoy en el departamento 602. Vuelvo a casa con mi familia que había quedada sepultada debajo de las valijas, y mi mujer me dice: “contame. ¿Qué pasaba?”; le cuento la historia, y para terminar de ponerme el disfraz de salame, me dice “¿sabés quién es? Pepito, vive en el Chateau de Libertador”. Y yo gratis, sin cobrar ni un asado, porque no es amigo. ¿Pensás que me trajo a una botella de vino al 602? ¿Haberlo atendido en cortos, desvaloriza la consulta?
Genial, ya decidimos a dónde nos vamos, hicimos terapia individual y de pareja para poder tolerar el régimen 24/7 con nuestro adorable demonio de Tazmania, fuimos al consultorio de EL a pedirle con lágrimas de despecho en los ojos que nos diga a quién recurrir en su ausencia y a qué ignoto sanatorio del destino vacacional salir disparados si pasa algo, y pateamos para adelante o le encajamos a otro todo tema laboral que debía ser resuelto antes de nuestra partida. Ahora sólo falta hacer la valija. Fácil. Solamente hay que poner ropa abrigada y ropa livianita (nunca se sabe con este clima tan cambiante), todo en múltiplo de 3 de la cantidad de días que nos vayamos, por las dudas que se enchastre; las cosas de “tocador” del bebé (que te ocupan media valija), cosas de comida, también del bebé y también por las dudas (te ocupan la otra mitad y si te las agarran en la Aduana te las confiscan, te multan y con un poco de suerte vas en cana y podés descansar en serio durante las vacaciones); y ahí más o menos ya estamos…ah, no…falta el “botiquín” del pequeñito. Yo, que antes viajaba con los anticonceptivos y un Tafirol (vencido); ahora tengo que transportar por el mundo un surtido medicamentoso digno de un hospital de campaña, no vaya a ser cuestión que le agarre algo y yo no consiga la única marca de Ibuprofeno que logro que mi beba no escupa. Y allá vamos, bebé, papá y yo acompañados de Ibupirac en 2 presentaciones, Termofren, jeringas sin aguja para que tome el bendito antitérmico, termómetro digital y de mercurio, reliverán niños, 2 aerocámaras por si una se rompe, el remedio del broncoespasmo, el otro remedio del broncoespasmo, el tercer remedio del broncoespasmo, la pastillita amarilla que hay que darle día por medio, el Fluor aunque sólo tenga 2 dientes, el otro cosito ese que no me acuerdo para qué servía, el hypersol para los mocos, el hipoglós por si se paspa, y la otra crema, esa con vitamina nosecuánto por si se paspa más, el antihistamínico por si se brota y algunos frasquitos más que hay en el estante del armarito del pasillo, que no me acuerdo qué son, pero para algo los habré comprado. Menos mal que sólo “descansamos” una vez al año!!!!!
¡Qué tengan unas buenas vacaciones, y nos leemos en marzo!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sociales y Antisociales. Por EL


Un temita no menor es: Los Médicos y las Obras Sociales. Según los Pediatras que están de vuelta, los jóvenes se mueren por entrar en ellas, y los grandes se mueren por abandonarlas. Por los bajos honorarios (que consideran apropiados los grandes gerenciadores de esta peste que destruyó a los galenos argentinos), la consulta se ha vuelto una picadora de carne. Muchas veces los padres se quedan con ganas de desplegar el archivo de Word repleto de preguntas, que prolijamente guardan en su smartphone; Y en otros casos a los Pediatras nos quedan cosas en el tintero, por este rash (por veloz, y no por erupción cutánea) medicinal.

Y no nos olvidemos que, nosotros los Pediatras, para algunos padres, somos un especie de Semi-Díos; según palabras de ellos: “deposito lo que más quiero en vos”, “me generás una confianza y tranquilidad enormes”, “me siento super contenida”, “cómo la envidio a tu esposa, que te tiene todos los días en su casa”, “bla, bla, bla”. Pero el día que cambian de laburo y por ende cambian de Obra Social o Prepaga (y no figuramos en su cartilla), todas esas palabras se las lleva el viento. Y ante la negativa, a la pregunta obvia: ¿atendés por Swiss Medical?, se olvidan de la contención, de la tranquilidad, de la confianza, de la envidia a mi esposa…. y buscan a otro Pediatra que les queda cerca de la casa o es el Pediatra de Cami, Luli o Santi, y chau, fuiste. No existís más. ¿Entonces de quien son pacientes los chicos? ¿Del Pediatra o de OSDE, Galeno, Swiss Medical, etc.? Porque no vaya a ser cosa que tengan que pagarte la consulta. ¡Por favor! ¡Cobra 200$, un afano! Pero después van a la Pelu y se tiran un quiñones (500 mangos) en la cabeza. Esa sí es guita bien gastada.

Otro tema psicotizante para los Pediatras es el tema de los turnos. Si el turno es a las 15:40, por qué llegan 16:30??? ¿Qué parte no se entendió? ¿No es claro? 15:40 es 15:40, no la hora que te pinte. Podría hacer una lista de excusas que he recibido, desde probables y creíbles, hasta las más inverosímiles:

-“El tránsito está tremendo” (Pensamiento de EL: salí con más tiempo, ¿pensás que los demás vienen en helicóptero?)

-No conseguía lugar para estacionar. (Pensamiento de EL: hay un estacionamiento a una cuadra, el del shopping no te molesta pagarlo)

-Tuve que ir a buscar al hermano al cole (Pensamiento de EL: ¿y? ¿Le cambiaron el horario? ¿No sale todos los días a las 16:30?)

-Tenía turno con el obstetra (Pensamiento de EL: ¡y a mí que me importa!)

-El nene estaba durmiendo la siesta y no lo quería despertar (Pensamiento de EL: gorda, vos también estabas apolillando, tenés toda la cara marcada de la almohada).

-No lo podía sacar de la pileta (Pensamiento de EL: ¡me estás jodiendo!, decime por favor que me estás jodiendo)

-Me equivoqué. Pensé que era a las 5:30, no a las 15:30. (Pensamiento de EL: ¡ah, te confundió el 1 del principio!  ¡Pensaste para qué lo habrán puesto!).

Y ni hablar cuando empiezan a matar familiares por el camino. Encima quieren que te sientas culpable, porque te ponen de manifiesto lo importante que es para ellos la consulta con EL, que a pesar de la desgracia que están viviendo, no dejan de concurrir al momento más sagrado de conexión con la espiritualidad, que los acerca al Nirvana. La voz tántrica del Pediatra que sirve de medium entre los Padres y el ser querido que anda paseándose por la autopista de los espíritus (¿Será un kilombo el tránsito allá, como acá abajo? ¿Tendrán autopistas de dos pisos?).

Y mucho peor es cuando sacan turno y no van. Y tal vez son tres hermanos. Entonces el pobre profesional se tiene que fumar los 60 minutos, de clavo, y la mami no tuvo ni siquiera la consideración de llamar y avisar. Porque la misma mina cuando tiene que suspender terapia, lo hace con el tiempo suficiente para que no le cobren la sesión. Entonces ¿por qué el salame del Pediatra tiene que bancarse esto? Porque es Pediatra, se dedica a los chiquitos, entonces es bueno y comprende.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Las Batiseñales. Por Mami


Cuando tu chiquitín tiene algo grave (por ejemplo, mocos) y tenés que convocar a TU Pediatra al rescate, podés tener 2 potenciales conflictos: el primero es no tener suficiente acceso; esto es lo peor que le puede pasar a  una MPC, si vas a la consulta prenatal y el potencial ángel de la guarda no te dá su celular, nunca vayas a una segunda consulta. Punto, sin discusión. El segundo, es tener demasiado acceso. EL nos dio de movida su celular, el teléfono del consultorio y su mail, y un poco más adelante, luego de haberle demostrado que tengo una mínima cuota de ubicación, me dio también el bien más preciado de mi maternidad: su PIN de blackberry. Hasta ahí todo fantástico, sé que lo puedo ubicar cuando lo necesite; pero el problema se genera cuándo te dás cuenta que todos esos datos personales no venían con manual de uso -y abuso!.
Me explico: la mayoría de las madres comprendemos que ese señor, que es todo para nosotras, también tiene una familia, otros pacientes, amigos, y capaz hasta ganas de mirar tele un rato  sin que nosotras lo estemos acosando. Por eso, comprendemos que si el nene está paspado no es necesario llamarlo, y si no puede respirar sí es necesario llamarlo. Pero entre una paspadura y una insuficiencia respiratoria hay un sinfín de situaciones que, simplemente, y por más que pongas tu mejor buena voluntad, te dejan perpleja. Confieso que he pasado horas preguntándome si un determinado síntoma de mi beba ameritaba una comunicación; y en caso afirmativo, si correspondía un chat, un mail, o un llamado (porque obviamente cada uno tiene diferente fuerza intrusiva). EL, que es un sol, siempre me dice “es preferible una consulta de más que una de menos”, pero yo estoy convencida de que lo dice porque es buena gente y que la realidad es que el 98% de las consultas que le hago le parecen totalmente improcedentes.
Y en el fondo, salvo las primeras semanas del bebé, que no sabés ni para qué lado va el pañal (y por algún extraño motivo creés que EL es el que tiene que solucionarte todas las dudas, por más que no tengan nada que ver con la salud física del vástago); la realidad es que después, cada vez que le vas a hacer una consulta, medio que ya sabés qué te va a contestar: “dale termofren/ventolín/reliverán y controlala. Si no le baja la temperatura/sigue agitada/sigue vomitando llevala a la guardia y avisame. Si querés que la vea estoy en el consultorio a partir de las equis”. Y sí…ya sabés que te va a contestar eso; ya sabés que le interrumpiste lo que sea que estuviera haciendo cuando le mandaste tu mensaje intrascendente; ya sabés que piensa que sos subnormal por no poder darle un Mejoralito al chico sin SU aprobación. Pero no podés evitarlo, NECESITÁS sus palabras. Invariablemente, una vez que te contesta lo que ya sabés que te iba a contestar, te sentís más huérfana que antes, porque seguro que esta vez es diferente, seguro que  a tu primogénito le salió un grano en un lugar levemente diferente de todas las otras veces, y si él supiera la exacta ubicación se daría cuenta que es peligrosísimo y te daría más bola. Pero en ese momento ya te dá vergüenza volver a escribirle, hacés de tripas corazón y observás a tu albóndiga humana compulsivamente hasta que se le pasa o tiene otro síntoma, por más sutil que sea, que te habilita a abrir la línea con EL otra vez.
Otro problema que tenés cuando finalmente decidís llamar al superhéroe del estetoscopio, es cuánta información pasarle y cómo clasificarla. Tratás de ser sintética para mantener su atención hasta que vos termines de describirle el síntoma; pero al mismo tiempo le querés pasar suficientes datos como para que pueda identificar por qué esta caquita floja en particular justifica que lo llames a las 11 de la noche de un domingo.  Para esto, los medios de comunicación modernos pueden parecerte muy útiles pero no dejan de ser un espejismo. Admito que le he mandado una foto a un pañal particularmente dudoso, o a una manchita en la piel; y en ninguno de esos casos EL me dió pelota. Y está bien que así sea…si TU pediatra te diagnostica al pibe basándose en una foto de blackberry, salvo que sea una fractura expuesta, cambiá de pediatra. Urgente.
Por otro lado, no olvidemos que lo que para nosotros es “el nene tiene tos”, para ellos no significa mucho. Porque resulta que hay unas 37 variedades de tos diferentes, que significan otra tanta cantidad de cosas. Con lo cual, la respuesta va a ser más o menos la misma que antes, saltándose la parte en la que le dás alguna pavada (termofrén, ventolín o reliverán) para sentirte útil y bajar la ansiedad hasta que te decidís a hacer lo que tendrías que haber hecho en primer lugar: llevárselo al consultorio para que él mismo te diga que no tiene nada y que para qué le hacés perder el tiempo por una tos pedorra.
Igual no te preocupes, esta sensación de indefensión que enfrentás cada vez que le tenés que transmitir a TU Pediatra qué le pasa a tu tesorito, va mejorando con el tiempo. Después de unos meses o años –dependiendo de cuán sano sea el bebé- unas cuantas visitas a la guardia, algunas consultas con Especialistas y, por qué no, alguna corta visita al ala de internación pediátrica de algún coqueto sanatorio, vas a poder decir sin trabarte palabras como “hepatomegalia”, “taquipneica” y “atelectasia”. El siguiente paso es poder introducirlas en una oración con sujeto y predicado, y que la misma tenga sentido. Y ahí, solo ahí…vas a estar acercándote a que a EL le parezca información marginalmente valiosa lo que vos sos capaz de transmitirle. Hasta tanto, resignate a que te mande a darle Termofren y se olvide de vos a los 5 segundos.
Y ahí, cuando EL empieza a considerarte un ser humano, empieza otro problema, el de la autodeterminación. EL ya te conoce, confía relativamente (y vaya uno a saber por qué), en tu criterio; asume que sos capaz de mantener al pequeño con vida y en aceptable salud y que viste los síntomas la suficiente cantidad de veces como para entenderlos. Y así, de golpe y sin mucha preparación, te delega alguna decisión. Convengamos que no va a ser ninguna muy trascendente, pero vos te hiperventilás igual. La escena se desarrolla más o menos así: vos le escribís o lo llamás y le decís que tu tesorito tiene, por ejemplo, diarrea. EL, sin anestesia te dice: “Fijate que no se deshidrate, y si tiene mucha diarrea llevalo a la guardia”,  ahí te sentís completamente en bolas y entrás en pánico, porque no es una indicación concreta y precisa. Te preguntás qué le hizo pensar a este señor que vos estás capacitada para discernir si un chico está deshidratado (aunque te repitió hasta el hartazgo los signos de la deshidratación, cada vez que le martillaste el cerebro porque el nene te hacía caquita floja). Pero por otro lado, como buscás la aprobación de EL más de lo que buscabas la de tu papá a los 8 años, no querés declararte incompetente, y ahí te plantificás al lado del chico, a mirarle la lengua cada 4 segundos para comprobar que todavía tenga saliva; y hacés una encuesta on line para tratar de llegar a una respuesta uniforme sobre cuánta diarrea es “mucha”.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Maxwell Smart(phone). Por EL


Un nuevo tema ha surgido con el devenir de los avances tecnológicos: el atosigamiento ya no es sólo por teléfono y mensaje de texto. Y acá abro un paréntesis porque el SMS lo vale ¿a qué mente privilegiada se le puede ocurrir que  un pobre Pediatra puede hacer medicina por esta vía? Días atrás el padre (¡padre tenía que ser!) de una paciente, una beba de 11 meses, me cuenta por “mensajito” (porque es pediátrico), que la hija estaba descompuesta, y quería saber qué le podía dar de comer. Obvio estamos salteando el interrogatorio para determinar qué quiere decir “descompuesta”: ¿hizo una vez flojo o 240 veces en el día? ¿tiene fiebre? ¿tiene vómitos? ¿tiene sangre en la caca? ¿hace bien pis? ¿cómo están las mucosas?; y ni hablar del examen físico. Pero sin detenernos en esos detalles, ¿se te ocurre que me voy a poner a mandar 35 mensajes de texto para completar la bendita lista de alimentos astringentes? Y ya que estamos, una pregunta filosófica, ¿es justo que el pobre (en el sentido más amplio y abarcativo) Pediatra tenga que pagar los mensajes que le debe enviar a los padres de los pacientes? Mandame por lo menos un whatsApp, mínimo!

Volviendo a la tecnología y su avasallamiento de Pediatras. Para descongestionar un poco el teléfono, y que no me agarre un tumor cerebral, por tener el celular pegado a la oreja todo el día, me compré un smartphone. Y empecé a decirle a los padres de mis pacientes que para las urgencias me llamen al móvil, y para preguntas que no sean de vida o muerte (entre nos “preguntontas”) me manden mail. ¡Madre mía, qué puerta he abierto! ¡Satanás se aprovechó!

Ahora los padres no solo me hacen cualquier tipo de pregunta, sino que además me mandan fotos de los granitos que le salieron en la cola al nene, de la caca del bebé, videos de la respiración mientras duerme, de los primeros pasos para ver si va a ser chueco o si tiene el centro de gravedad bajo como Messi, etc., etc., etc. Y cuando les decís que no podés definirlo por ese medio, que por el momento la medicina se hace LIVE -en VIVO-, que necesitás ver a la criaturita; resulta que lo que parecía una cuestión límite, pasa a ser algo menor, ya que “hoy no sé si voy a poder ir al consultorio porque Pirulín tiene un cumple, y es del mejor amigo y no puede faltar”. Pero si hasta hace 2 minutos daba la sensación que se venía el Apocalipsis, se iba a cumplir el fin del calendario Maya, 2012 FIN DEL MUNDO!!!

Y pensar que un médico del hospital donde me formé, atendía el teléfono (del consultorio) de 14 a 15hs para responder preguntas, y las FACTURABA. Y yo… el sábado, después de un copioso almuerzo, metido en la cama tapado hasta el cuello, aprovechando que mi hijita se había dormido y que el mayor ya está en edad de jugar 20 minutos sin quemarme el bocho, en un momento de pérdida transitoria de conciencia recibo un llamado de una mami -no primeriza- para preguntarme qué hacía con la nena de 4 años que tenía piojos “y antes de ponerle cualquier producto quería hablar con vos”. ¡¡¡¡¡¡¡Sábado 14hs!!!!!!! ¿Puede ser? ¿Es posible ser tan desubicada? ¿Soy yo el qué genera esto? ¿Si le contesto mal soy un insensible? ¿Y después quién se la banca a mi esposa, que pobre mujer (después de ser madre y profesional toda la semana) tenía la intención de dormirse una puta siesta de 30 minutitos? ¡My god!

Otra que me viene cual flashback: Domingo 20hs, al borde del suicidio dominical, “Doc estoy poniendo la sillita en el auto, ¿cómo era? ¿hasta los 9 kilos va mirando hacia atrás? Perdoná que te lo pregunte hoy, pero después en la semana se me complica”. ¡Y a mi qué carajo me importa tus complicaciones de la semana! ¡Flaco, domingo a la noche! ¡Dejame vivir en paz, por favor!

Yo me pregunto, ¿qué pasaría si los Pediatras tuviésemos un 0-600, y los padres tuviesen que pagar por minuto las consultas telefónicas? ¿Disminuirían? ¿Filtraríamos las preguntontas? Cuando yo les digo que por favor me llamen para saber cómo evoluciona el/la chiquito/a de un cuadro que reviste cierta gravedad ¿estoy dando un free pass, para que me llamen por cualquier pensamiento/reflexión/conjetura que se les pase por la cabeza? ¿Es lo mismo un bebe de 3 meses de edad con 39 grados de fiebre, que un adolescente con acné? ¿El huevo o la gallina? ¿El chancho o el que le da de comer? ¿No por mucho madrugar se amanece más temprano? ¿A caballo regalado no se le miran los dientes?

viernes, 30 de noviembre de 2012

Mami. Por Mami.


Más allá de estar plenamente convencida de que EL es el mejor pediatra del universo, los motivos por los que lo elegí y lo conservo no se limitan a lo estrictamente médico. Lo elegí, además, porque cuando lo conocí en la charla pre-parto me hizo reír; y lo conservo, además, porque nunca, jamás, en ninguna circunstancia, me dijo “mami”.
Ok, yo entiendo que nosotras no nos pasamos una cantidad de años estudiando cosas dificilísimas y palabras impronunciables, que no dormimos nunca en la guardia de un hospital público, que no sabemos la diferencia entre ibuprofeno y paracetamol (salvo que uno hay que dárselo cuando tiene más de 38 y el otro cuando tiene menos, o al revés); pero eso no necesariamente nos convierte en idiotas. Los ejércitos de mujeres que día a día nos sentamos frente a los escritorios de los Pediatras y Especialistas con el alma en un hilo para escuchar sus sabias palabras, y echamos raíces durante  interminables horas en sus salas de espera para que ellos, dioses del Olimpo, le toquen la pancita a nuestro bebé, somos en su mayoría por lo menos, seres pensantes. Es más, muchas somos profesionales, hicimos otras carreras en las que estudiamos cosas casi tan embolantes como las que estudiaron ellos, tenemos trabajos en los que damos instrucciones que otros acatan (no deberían, por lo menos en el puerperio), y somos capaces de leer un termómetro de mercurio sin colapsar. En resumen, estamos más o menos en el mismo eslabón de la cadena alimenticia que ellos (decir que somos de la misma especie sería mucho) ….entonces… ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por quéeeeeeee nos tratan como a descerebradas????.
Ok, admito que en ocasiones nos comportamos como tales, pero muchas veces es porque ignoramos cosas que para ellos son básicas, pero nosotras no tenemos por qué saber!!! Yo soy abogada, y creo que si le preguntara a alguno de los Especialistas cuál es la diferencia por ejemplo entre un recurso administrativo y uno judicial, harían agua igual que yo cuando ellos me dicen que hay que hacerle una “esofagogastrointestinal” a mi pulga, y no me dán ningún dato sobre qué vendría a significar eso.
Y la apoteosis del tratamiento condescendiente que nos dispensan los Pediatras y Los Especialistas, es la alocución “mami”, que va indefectiblemente delante o atrás de cualquier indicación, pregunta o comentario que nos dirijan. “Sacale la remerita, mami”, “mami, cuántas veces hizo caquita floja?”, “mami, dame la credencial que te hago una recetita”, “escuchame, mami, 2 gotitas por cada kilo del bebito, acordate, 2 gotitas, si pesa 8 kilos cuántas gotitas son?” 16!! Son 16 gotitas! No puedo diagnosticar el reflujo, pero la tabla del 2 te juro que la sé! Y puedo comprender el concepto de “2 gotitas” sin que me lo taladres. Es enervante, puedo bancarme, haciendo un esfuerzo, el abuso del diminutivo (los que son chiquitos son los pacientes, no necesariamente los sustantivos), pero el “mami” es más fuerte que yo, me brota.
Repito que EL es un “anti-mamista”…no te larga un “mami” ni a ganchos, lo cual contribuye mucho a que yo le pueda prestar atención al resto de lo que me está comunicando; pero ponéle que TU Pediatra muerde banquina y te trata de “mami” cada tanto…qué sé yo…medio que se la podés perdonar. Después de todo, si vos lo llamás a las 9 de la noche para decirle que te vas a Punta y querés saber si tu tesorito puede ser alérgico a las aguas vivas, lo mínimo que te merecés es que te diga “mami”. Pero cuando vas a lo de un especialista (ya hablaremos de ellos) es mucho peor, porque ahí no hay confianza. El flaco te vé una vez cada tanto y se cree con derecho a “mamiarte”.
No sé, capaz piensan que nos gusta, que como la maternidad es la plenitud de la mujer y todo eso para nosotras es un honor que nos digan “mami”. No podemos negar que el “mami” tiene (o tenía, antes de los 8 kilos mal distribuidos de los que hablábamos en el post anterior) una connotación de piropo albañileril, así que si andás muy necesitada de reafirmación podés interpretarlo como que te está diciendo que todavía estás buena. Pero a mí me suena a ninguneo.
Y ni intentes tratar de neutralizar el “mami” con un “doc” o algo así; porque te juro que les gusta!!! En donde les mandás un “doc” es clavado que el flaco se empieza a hacer el banana, te habla en tercera persona y ahí sonaste, la consulta se fue al tacho y no podés registrar una palabra más de lo que te está diciendo. He tenido que hacer ejercicios de respiración controlada para poder mantener el foco durante una conversación con especialistas mamieros, repitiendo el mantra “lohagopormihijalohagopormihijalohagopormihija”
No pretendo que me llamen por mi nombre –aunque si saben dónde queda el fémur deberían poder retener durante 10 minutos el nombre de la persona que tienen enfrente- pero, ¿no me pueden decir “señora”, “señorita”, “che”, “vos”, “flaca”, “gorda” o  cualquier otra cosa??? O, ¿por qué no?, simplemente “tenela así la ausculto”, sin aditivo alguno.

sábado, 24 de noviembre de 2012

El Pediatra y Los de Fuego. Por EL


Así como está Sandro y “sus nenas”, está el Pediatra y “sus mamis”. Podés ser alto, bajo, gordo, flaco, fachero, un espanto, con onda, un cero, pero siempre vas a tener un club de fans. Y en el momento que lo notás, pensás que sos un banana, el tipo más canchero del mundo. Ves un Pediatra en ese momento de su vida y se cree John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” (y si sos un toque más moderno en “Pulp Fiction”, ¡que peliculón!); le crece la solapa del saco, los pantalones se le hacen Oxford, se le desprenden unos botones de la camisa, baja lo bola de espejos, y sí señor, hasta te hace el pasito con el dedito arriba-abajo -o si es un grande de verdad, baila como en la escena con Uma Thurman: Pediatra que baila bien, y si encima cocina, hace un desastre!

Cuestión que el tipo se dá cuenta que tiene “onda”, y pasa a usar camisa de manga corta, obvio adentro del pantalón pinzado y con unos buenos náuticos -mi dios, qué pancho! Pasado ese momento, más de Johnny Allon que de Travolta, te das cuenta de que podés ponerle un poco de charme a tu look; que hay grandes diseñadores de ropa que le pueden dar un “algo” diferente. Entonces decís ¿por qué no? un pantalón de lino, una linda camisita manga corta (en el verano de Buenos Aires hace 200 grados) y AFUERA DEL PANTALÓN (¡por favor!) con un calzado acorde. Y ahí sí, querido, dejás de ser el Dr. Pancho.

Este cambio exterior, en general, está acompañado de uno interior, que se exterioriza de mil formas. Y una forma de manifestarlo es el lenguaje: en un principio, cuando El Agradable se apodera de tu persona y ante la avalancha de inseguridades, el modo es técnico, lo más preciso y medicamente correcto posible, con dificultad para exteriorizar sentimientos y sin posibilidad de exabruptos (léase malas palabras). Imagínense una charla con un adolescente que está de joda y no le interesa nada más que eso, diciéndole “debes cuidarte, no bebas alcohol, ni fumes, las drogas han sido creadas por el mismísimo demonio, cuando tengas relaciones usa siempre preservativo y hazlo sólo por amor, cuidarte es quererte, bla, bla, bla”, mientras el pibe está con el iPod a todo volumen, poniendo cara de “este salame que me va a decir a mí, si habla como mi abuela”. El contenido es súper válido, pero la forma de expresión es fundamental para hacer llegar el contenido a esa loca cabecita, que requiere otra cosa.

Y cuando un progenitor te pregunta algo que no sabés (que podés tranquilamente no saber), quedás regulando cual rastrojero, violeta de vergüenza, intentando elaborar un esbozo de respuesta, tartamudeando, al filo de decir una idiotez… pero siempre con una respuesta. ¡Qué bárbaro, mi Pediatra, sabe todo!; hasta que googlea la pregunta y quedás como un perejil atómico; y obviamente te enrostrarán el error cometido, por abrir la boca como un pez. Pero el momento de transformación, de metamorfosis, hacia la psicodelia setentosa de Jonnhy Tolengo, te encuentra canchero, mascando chicle, sabiéndotelas todas, opinando sobre todo (como “el Diego”); y en ese momento, ante la factibilidad incontrastable de Internet, te hace caer de un lugar muuuuuchoooo más alto, cual bungee jumping pero sin soga, pegándotela contra el duro asfalto. Y ese golpe acomoda un poco esa cancherez idiomática, llevándote a sacar a patadas a El Agradable y a Jonnhy (alter-egos sumamente detestables); y a empezar a procesar lo que vas a decir, desde un lugar intelectual y afectivo cierto y honesto; llegando a emocionarte por cosas lindas y feas (que las hay, y muchas). Simplemente volvés de un viaje interior, que te permite darte cuenta que no hay cosa más válida que ser auténtico, real. ¿100% honesto? De ninguna manera, porque estaría haciendo crucigramas y no dejando a 4 o 5 pacientes esperando mientras aprovecho este ataque de inspiración. ¡Chau, hasta la próxima, porque sino los padres de Sofía, me van a matar!



jueves, 15 de noviembre de 2012

El Triángulo de los Pañales. Por Mami


Ya algo esbozamos sobre la complejidad inherente a la relación con TU Pediatra. Hoy  vamos a profundizar sobre una de las muchas razones por las cuales la dinámica con EL no es tan sencilla como, digamos, la relación con tu dentista: el padre de la criatura. ¿Por qué? porque salvo que seas madre soltera (lo que facilita mucho algunas cosas), o que tu pareja sea otra mujer (en cuyo caso ambas sufrirán el SEP con la misma intensidad y sin conflicto); el señor que puso la semillita siempre termina siendo una especie de tercero en discordia.
Seamos sinceras, por mucho que adores a tu marido, para lo único que querés que te acompañe a la consulta con TU Pediatra, es para llevarte el bolso de los pañales e ir a estacionar el auto –o a lo sumo, para entretener al monstruo mientras vos tratás de retener todo lo que EL te está diciendo. Pero la verdad es que no dá para decirle que te banque en la sala de espera, no porque a vos no te guste la idea, sino porque por más que EL tenga una secretaria tetona… Papi no va a querer quedar al margen: él tiene su dignidad de padre y tiene que entrar a preguntar pavadas peores que las tuyas, y a dar sus puntos de vista, siempre inconsultos, sobre la evolución de la tos del chiquitín.
Mayormente, lo que mueve a Papi a levantar el traste de su oficina un miércoles a las 15.40, y acompañarte a llevar al personajito al Pediatra es… Los Celos. Sí, no te rías, tu marido le tiene celos al Pediatra. No es que piense seriamente que te lo querés levantar –cuando se trata de la salud de tu pichón no registrás si quien le está mirando los oídos tiene la cara de George Clooney o la de George Washington- ni mucho menos que EL te quiere levantar a vos (con los 8 kilos mal ubicados que te quedaron del embarazo, y el constante desequilibrio emocional que exhibís en su presencia); sino simplemente que intuye que no podés vivir sin EL, lo cual es enteramente cierto y no tiene sentido negar, como ya explicamos.
Hay que reconocerle a Papi que sus celos con respecto al Pediatra son un poco culpa de EL. La mayoría de los Pediatras (así como la mayoría de los obstetras) le habla solamente a la mamá (o embarazada), casi como si el padre fuera un holograma. Desconozco los motivos por lo que esto ocurre, pero el hombre –que en la sala de espera todavía conserva cierta entidad- entra al consultorio y automáticamente es ignorado por su mujer, por el Pediatra, e incluso por el bebé. Papi queda paradito ahí, en su personificación de perchero y nadie se percata de su presencia hasta que pregunta alguna boludez como hacerse notar, y alguno de los 2 adultos involucrados le contesta con un monosílabo, sólo para automáticamente seguir todos en la suya.
Vos, ante las escenitas de celos de tu maridos, podés reaccionar de varias maneras, dependiendo de tu propia inestabilidad mental: (i) si sos medio perra o pensás que él te caga con su secretaria, lo incentivás para que crea que de verdad hay algo (de esa manera, como beneficio colateral, te asegurás tener chofer para todas las consultas); (ii) si el puerperio te pegó mal, armás un escándalo lacrimoso porque tu marido no confía en vos e insinúa que sos medio rapidita; y  (iii) si sos una persona más o menos razonable…lo ignorás olímpicamente, porque con todo lo que tenés entre manos te dá fiaca dedicarle energía a tratar de que tu marido comprenda lo que para vos, tu hermana, tu vieja, y tus amigas es obvio: que ese señor no es para vos un hombre, sino, como dice mi mamá que es medio espamentosa: un ángel de la guarda.
Pero convengamos que por más que te hagas la superada, la ofendida o lo que quieras, tu media naranja algo de razón tiene. Vos, en más de una ocasión hubieras dado la mitad de tu licencia por maternidad por estar casada con EL. De nuevo quiero aclarar que no se trata de atracción, no hay nada menos erótico que discutir sobre si la caquita es verde o más bien tirando a amarilla; pero saquémonos las caretas ¿de qué nos sirve un abogado, un arquitecto o un ingeniero cuando nuestro hijo tiene fiebre a las 3 de la mañana?. Exacto, de nada, encima se pone nervioso y tenés que lidiar con 2 criaturas alteradas.
Creo que la mejor forma de explicarlo es la analogía con el embarazo: ¿quién no quiso, en algún momento de su primer trimestre comprarse un ecógrafo para asegurarse que la arveja humana que tenía adentro seguía latiendo??? Bueno, con el Pediatra pasa más o menos lo mismo, pero como no queda bien (y es ilegal) comprarte un Pediatra, por momentos te reprochás el no haber ido a buscar novio a la puerta de la facultad de medicina; con lo fácil que te hubiera resultado en ese momento, usando toda la influencia sobre los hombres que tenías a los 23 años (que 10 años y 10 cms de diámetro de cadera más tarde, ya no tenés), conseguir que el candidato te cumpliera el caprichito y siguiera la especialización en Pediatría.
La realidad es que por lo que dicen mis amigas solteras, la calle está dura; y si tuviste la suerte de conseguir un marido –o concepto asimilable-, que te banque durante todo el embarazo, que no salga corriendo durante la licencia, ni la lactancia, ni la evolución de la cesárea, deberías darle prioridad a sus sentimientos. Pero la verdad…es que no tenés la menor intención de hacerlo. En relación a esta lucha desigual, yo siempre me acuerdo del capítulo de Los Simpson en el que Marge le dice a Homero “No me hagas elegir entre mi hombre y mi dios, porque perderías…”: reemplacemos “dios” por “Pediatra” (y “mi” por “MI”), y tenemos un panorama cercano de las posibilidades de éxito que tiene tu cónyuge con sus planteos.
Igual, este post tiene un final feliz: después de un par de meses, tu marido se dá cuenta de lo infantil de sus celos (básicamente porque todavía no bajaste los 8 kilos ni se te acomodaron las hormonas, y se convence de que no hay ninguna posibilidad en el mundo de que EL te tire onda); y empieza de a poco a darse cuenta que detrás de esa fachada profesional hay un tipo de carme y hueso que te soporta tan poco -y te sufre tanto- cómo él, y que con lo desquiciada que estás no te tocaría ni con un puntero laser. Por suerte, en mi caso particular mi marido ya está en la etapa de decir que “es un fenómeno”, y lo único que no le gusta de EL es que sea de Boca.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La Guerra y la Paz. Por EL.


Retomemos la relación médico-paciente, combinada con la notable influencia que ejerce la modalidad de la medicina de las Obras Sociales y Prepagas.
La llamada realizada por la MPC, bajo la presión insostenible que le generan abuelas, tías, marido, etc. para preguntar sobre la cocción del zucchini, abre la puerta a un sinfín de situaciones que quedan legitimadas por la respuesta de EL a esta urgencia culinaria. El razonamiento sigue más o menos esta línea: “si llamamos para preguntar sobre la inmortalidad del tomate y me contestó, ¿por qué no lo haríamos desde la farmacia para saber cuál de los repelentes es el mejor para mi amorcito?”.
Pero esto, al lado de las experiencias que debemos vivir los Pediatras en nuestra práctica diaria, es NADA. A continuación les cuento algunitas, nomás:
Cuando el padre del paciente le dice al pobre Pediatra de guardia, en un momento de conflicto, “yo te estoy pagando el sueldo”: de esta frase surge la verdadera historia del Increíble Hulk. Al escuchar esto, súbitamente el profesional, universitario, empieza a repetir sin parar, en forma compulsiva y aumentando de tono progresivamente: “¿Ah,  sos VOS el que me paga este miserable sueldo? Entonces con vooooos quería hablar!!!!!”. Sus ropas empiezan a razgarse y la transformación comienza, sin vuelta atrás, sin atenuantes; el padre sale despedido por la puerta del consultorio de guardia, y su hijito corriendo detrás y gritando: “mi papá es un superhéroe, puede volar”.
En otras ocasiones puede resultar aun más dramático: cuando el nóvel Pediatra se ve atemorizado por el carnet de OSDE 450 o Galeno Oro, y el terror a ser despedido por el sanatorio, que siempre prioriza la buena relación con el paciente antes que defender al profesional que en él trabaja. Patético. Y le hace la receta para un tratamiento crónico a las 4am, sólo porque al señor con su tarjetita poderosa, se le ocurrió que era un horario apropiado para ir a la guardia a realizar este trámite, que debería resolver con su Pediatra de cabecera.
Y ya que estamos con las guardias, que cosa más irritante cuando a las 2 de la madrugada caen esos melosos padres primerizos con su hijito de año y pico, porque tiene mocos y no puede dormir bien, y lo ponen al pobre pibe como un payaso a hacer todas las monerías que sabe hacer, mientras ellos festejan como si hubiese ganado el Premio Nobel en Física Cuántica. Y uno, que tal vez se había acostado hace 25 minutos muerto por laburar desde las 8 de la mañana sin parar en ese bendito nosocomio, ahí sentado, , casi sin poder abrir los ojos, con humor de perros y escuchando como hace el guau guau, la vaquita, el gato, el ico ico y toda la fauna, en la voz y el talento del futuro Einstein.
No me quiero imaginar a esos padres ante la situación del primer informe del Jardín, buscando entre las 5 hojas (con un detalle que asombra: área del desarrollo, área del lenguaje, vínculo con sus compañeros y con los docentes, bla, bla, bla) dónde está la palabra GENIO. Y la desilusión, tan espantosa, casi una humillación… el nene no es un pichón de superdotado, que va a cambiar la historia del mundo. “Pero si cuando nosotros le decimos “a la una, a las dos y a las…” él dice “tres”. ¿No se dan cuenta?”
Otra situación irritante, que no la cura ni toneladas de Hipoglos, es cuando llegan 2 o 3 hermanitos, al consultorio,  acompañados de una madre sobrepasada por la vida ó bajo los efectos de un cóctel de ansiolíticos; y los pibes te descontrolan el consultorio, ante la impávida mirada de la ameba que se desparrama en la silla enfrente tuyo. Esta situación, que me ha generado las más disímiles respuestas (dependiendo claramente de mi estado de ánimo, paciencia y relación con el tándem madre-pacientes), he llegado a hablarla en terapia, para escuchar la vos de un profesional que me guíe para frenar el impulso que viene desde lo más profundo del consciente, inconsciente, etc, etc, de asesinar a niños y madre. Y la palabra autorizada  me dice: es un buen momento para observar la dinámica familiar. Noooooooooo, me quiero morir. Yo  lo único que pienso es cuándo se van a ir estos densos y ojalá no vuelvan nunca más; por qué me habrán elegido a mí, habiendo tantos Pediatras en esta ciudad, tantos que son mucho mejores profesionalmente y hasta humanamente, y los tengo aquí, frente a mí… yencima tengo que observar la maldita dinámica de la familia!.
Las conductas de los hijos de las madres empastadas llegan a situaciones inverosímiles. Días atrás en la sala de espera del consultorio (que obviamente comparto con otros médicos, ya que la fortuna que ganamos, no nos permite atender en soledad), entra una señora bien de Recoleta, con sus mellizos de unos 2 años y tanto, obviamente con la empleada (ya que no va sola con los niños ni al baño); y los pibitos empezaron a golpear frenéticamente un ventanal. Ante la pasividad de la madre, tuve el tupé de decirles que dejaran de realizar esa conducta peligrosa para la salud de esos dos monstruitos y del resto de los niños, que sin quererlo podrían ser alcanzados por un vidrio. Y la madre, ante la voz masculina que ponía límites a sus pobres angelitos, despertó del efecto del clonazepam, y me dijo que ella determinaba qué podían hacer sus bebitos (sic). Obviamente mi respuesta echando humo por la nariz, fue que en su palacio estilo francés, era así. Pero en este sagrado lugar, NO. Chan!
Con todo esto parece que se trata, casi, de una guerra con los pacientes y sus progenitores. Pero la realidad es que la gran mayoría es gente que, de algún modo, tiene puntos de conexión con la personalidad del Pediatra, por lo que se genera un vínculo que muchas veces se vuelve de un afecto recíproco muy gratificante. Uno realmente tiene mucho aprecio por chicos y padres, y realmente se involucra de una manera muy intensa con el crecimiento y la crianza de estos chiquitos. Y obviamente se preocupa y compromete cuando tienen algún padecimiento.

viernes, 2 de noviembre de 2012

La MPC y su SEP. Por Mami.


Muy bien, lograste sobrevivir al embarazo: a la ansiedad, al miedo, a las náuseas, a las pérdidas, a los calambres, al hambre, al sueño, a la balanza, al monitoreo, a los tactos,  al nacimiento, al susto de ver a tu bebé con ese color tan poco marketinero,  y al tiempo interminable que te dejan en una camilla y se llevan al fruto de tu vientre a hacerle quién sabe qué maldades. Estás incómodamente instalada en la cama de la clínica, se abre la puerta y ahí…en una mantequera rodante, ingresa el sujeto que te pasaste 9 meses fabricando: Tu Hijo. La nurse (nunca se te había ocurrido, pero resulta que “enfermera” y “nurse” son dos conceptos muy diferentes) te entrega el paquete y te dice “andá prendiéndolo a la teta, mami”. Y ahí, con el primer “mami” que te endilgan, y la primera referencia a tus tetas como si fueran de dominio público, te das cuenta de que SOS MADRE.
Hasta que pasa un rato más, y el angelito no se prende a ningún lado; y vos estás desesperada porque leíste en la revista de la sala de espera del obstetra que si no le dás de mamar en la primera hora de vida, a tu hijo le van a pasar un montón de cosas malas y vos le vas a tener que pagar el psicólogo. En ese momento caés en la cuenta de algo mucho más importante aún que lo anterior: que sos MADRE, sí…pero MADRE PRIMERIZA.
Están las madres, están las madres primeriza, y también estamos nosotras, una clase de madre primeriza especial: la que no se hace, NACE. Para nosotras, el ser primeriza no es resultado de haber tenido nuestro primer hijo, sino que viene en los genes, y si te tocó ser madre primeriza congénita (MPC), mala suerte para vos, para todos los que te rodean, para tu bebé, y fundamentalmente para EL. Así como hay madres que tienen su primer bebé y al mes le están cambiando el pañal en la cola del super, arriba de un pack de Coca light sin que se les mueva un pelo; hay otras madres que ya van por su segundo o tercer pibe, y siguen tratando a sus hijos como si fueran de nitroglicerina; muriéndose de culpa por todo lo que hacen y dejan de hacer, y enfermándole la cabeza al mundo entero, con especial énfasis en el Pediatra.
Mis primeros meses como MPC fueron dignos de una película de Tarantino (pero en lugar de sangre, el elemento principal era leche materna). El tan liviano “que se vaya prendiendo a la teta” no estaba funcionando, y, obviamente, toda mi ansiedad recaía en EL (porque mi marido no me bancaba más y a diferencia de EL, me lo podía decir). Pobre tipo, le escribía para contarle que había logrado sacarme 20 ml, que se había saltado una toma, que no la podía despertar para darle, que después no la podía dormir, que si 10 minutos de cada lola estaba bien o era poco, que si alguna marca de bolsitas para la leche era mejor que otra, que cada cuánto tenía que esterilizar el sacaleche, que si podía guardar la mamadera en el mismo estante de la heladera que el dulce de membrillo…y así más o menos transcurrió mi licencia por maternidad hasta que la reinserción laboral me devolvió apenas un poco de perspectiva.
Como buen caballero, EL tuvo la delicadeza de nunca recordarme mi etapa oscura, de no reírse en mi cara (ahora sí lo hace, y mucho), de no preguntarme si era tarada o me hacía, y de no revelarme que no podía creer que no me rajaran del laburo siendo tan idiota.
A simple vista resulta difícil entender como una mujer grande, segura, profesional, independiente, psicoanalizada, y lo suficientemente valiente como afrontar que la corten al medio para sacarle una sandía móvil de sus entrañas, puede transformarse en semejante boluda, y depender tanto de la opinión de EL para cualquier cosa mínimamente relacionada con dicha sandía. Pero si profundizamos un poco, la explicación salta a la vista. Toda MPC va desarrollando con SU pediatra el vínculo que dá nombre a este blog: el Síndrome de Estocolmo Pediátrico (SEP). El síndrome de Estocolmo es una reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad, dependencia, gratitud, identificación, y hasta afecto con quien la ha secuestrado. Si sos MPC, con TU pediatra te une, inevitablemente, el SEP: una dependencia enfermiza, patológica y parasitaria por alguien que en el fondo no te bancás.
Por definición, todas las madres deberíamos odiar a los médicos de nuestros hijos. Después de todo, ese es el tipo que te reta sin parar, te dá órdenes que son la mitad de las veces incomprensibles, y la otra mitad incumplibles, te manda a pinchar a tu angelito, y –por si todo lo anterior fuera poco- te somete a la arbitraria tiranía del “percentilo”, que te mata de ansiedad antes de la consulta, y de culpa después. En otras palabras, en el fondo de tu alma querrías que el pediatra no exista, porque más allá de decirte mes a mes el peso, altura y diámetro de la cabeza de tu heredero (que, seamos honestos, cualquiera de nosotras con un centímetro de costurero podríamos obtener, y es relativamente neutro) generalmente es el que te dá malas noticias. Pobre, no es su culpa, pero salvo que se trate del “control”, solamente lo ves cuando algo no anda del todo bien.
Querrías que no exista, sí pero de sólo pensarlo te hiperventilás, porque vos, pobre MPC, no podés vivir sin EL.

martes, 23 de octubre de 2012

El Mami-centrismo.


El Mami-centrismo. Por EL.
Ser Madre o Padre es lo más increíble que le puede pasar a uno en la vida. Antes de que nazca el bebé a uno le pueden decir: “es lo más lindo que me pasó en la vida”,” nunca me imaginé que iba a querer tanto a alguien”, “te cambia la vida”, “es vivir para otra persona”, etc., etc. Y todas estas frases son realmente ciertas, pero ninguna consigue transmitir lo que verdaderamente sentimos cuando nace nuestro hijo. Es increíble, súper intenso. Uno cree que está enamorado de su pareja y cuando llega el bebé, realmente te das cuenta de lo que es el amor incondicional.
Y la madre que era el centro del universo, todo el mundo la atendía, mimaba y cuidaba: “Qué linda que estás!”, “¿querés algo?”, “¿en qué te puedo ayudar’”, etc, etc., pasa de repente a octavo plano. Nace el bebé y la progenitora se va al descenso (como River), NO EXISTE MÁS. Y encima tiene que lidiar con la depresión post-parto, la lactancia y sus pegajosas complicaciones, los puntos… un espectáculo divino!
Este sacudón no es fácil de aguantar, es por eso que algunas tuercas de la maquinaria se aflojan, y comienzan las conductas bizarras.
Más de una reciente madre llega al supermercado y al momento de pagar atropella a toda la gente de la cola de la caja para embarazadas al grito de “Permiso, Permiso”, y al escuchar “esta caja es prioridad para embarazada” y darse cuenta que ya no cuenta con dicho beneficio, rompe en llanto y no puede entender cómo no le permiten pasar si ella ahora ES MADRE. ¿La gente no entiende?
Y en casos mucho más patológicos, sienten que el cochecito con el bebé es una prolongación de su cuerpo, y al llegar a la bocacalle sin detenerse a comprobar el color de la  luz del semáforo, baja del cordón al Scania con su hijito, mientras ella está parada a salvo en la vereda con cara de “Que barbaridad, cómo no me dejan cruzar, no ven que estoy embarazada”. Pero siempre hay algún conductor amante de la docencia vial que le grita en capicúa: “Loca, no ves la luz verde, es para que pasen los autos. Cuidá a tu hijo, looooooca!”
Y en ese momento (generalmente varios meses después del parto), nota que ya no es más el centro del universo, que no está más embarazada. Esta revelación la preocupa por unos instantes, hasta que se da cuenta que el mundo, que dejó de girar a su alrededor, ahora gira alrededor de su hijo. Y entonces, si el devenir de la humanidad va a depender de lo que ocurra con su pequeña criatura… ¿cómo no va llamar al Pediatra a la hora que se le ocurra, el día que se le presente la más mínima duda???? ¿no? Y si de casualidad a ella no se le ocurrió preguntar si la acelga había que cocinarla al vapor o hervirla, siempre aparece un marido o abuela voluntariosos que dicen: “Llamalo al Pediatra, que para eso pagás la Obra Social”.

viernes, 19 de octubre de 2012

MI Pediatra


MI Pediatra. Por Mami.
Dicen que cuando uno tiene un hijo empieza a sentir y a reflexionar sobre cosas a las que antes no les había dado la menor bola: el sentido profundo de la vida, la finitud de la existencia, la necesidad de dejar un legado, el significado verdadero de las relaciones humanas el bien, el mal y el masomenos. Bueno, NO, sorry a todos los filósofos de la maternidad responsable y autoconsciente; pero la realidad es que a lo sumo tenés tiempo para reflexionar sobre la espinaca al vapor, la cantidad de tonos de verde que pueden convivir en un pañal (después de la espinaca al vapor), cómo mancha el óleo calcáreo, y qué cara es la lecha maternizada. A lo sumo, en un exceso de transcendencia, podés pensar en sacar un seguro de vida, por si te pasa por encima el 129 por cruzar la 9 de Julio mientras hablás por celular tratando de conseguir turno con EL para hoy, para ya, para dentro de 3 minutos; porque la nena tiene mocos. Y quién es EL?, nada menos que uno de los hombres más importantes de tu vida, de la mía y de la de toda madre neurótica que ande dando vueltas por ahí. Y no…como se habrán imaginado, no me estoy refiriendo al padre del bebé, que por mucho que lo quieras, tenés que reconocer que en esto de criar al vástago, y mantenerlo más o menos sano tiene menos idea que vos, si eso es posible. Me estoy refiriendo nada menos que a EL, el único hombre cuya palabra es ley: el pediatra del bebé -aunque cuando hablás con tus amigas es inevitable que se te escape decirle “MI” pediatra, por una mezcla de regresión a la infancia y afán posesivo sobre ese señor que te la hace pasar tan mal, pero sin el cual no podés vivir.
Como madre de un bebé con unos cuántos “temitas de salud”, por suerte ninguno grave; durante el último año y pico compartí más vivencias con EL que con gran parte de mi familia, y me asomé al maravilloso mundo de la pediatría, dónde se me generó una enorme duda…. “CÓMO HACE ESTE HOMBRE PARA BANCARNOS????”.
Gracias a (o por culpa de) que he llegado a verlo una vez por semana, promedio; de a poco las consultas se fueron adornando con charlas sobre política, viajes, y hasta fútbol, y si lo agarraba con las defensas bajas, nos contaba alguna historia de alguna madre o padre aún más insoportable que nosotros. De ahí surgió la idea de volcar todo ese material en un blog (que es mucho más fácil que escribir un libro), para cumplir mi misión en la vida , y que las generaciones futuras  sepan cuánto le debemos a EL (y además porque al hijo ya lo tuve y el tema de plantar un árbol se soluciona bastante fácil –además si forzamos un poco la norma, vale la germinación de poroto que seguramente tendré que hacer cuando mi beba esté en la primaria).

La Vocación


La Vocación. Por EL.
En el momento que uno decide la especialidad que va a seguir al terminar la Facultad de Medicina, realmente no tiene ni la más mínima idea de lo que va a enfrentar laboralmente (money, I mean) y mucho menos qué le deparará la práctica cotidiana. Uno cree que por elegir Pediatría no va a tener que lidiar con el mundo de los adultos: nada más lejano de la realidad. Porque cuando inocentemente, decís “prefiero mil veces a los chicos que a los viejos”, te olvidás de un temita: los padres en general, y LAS MADRES en particular .
Durante la carrera de médico, es inevitable pasar por las salas de internación de los hospitales, quedando expuesto cotidianamente a sudoración y escatológicas emanaciones que salen de esos cuerpos donde la vida deja huellas. Entonces pensás en la pureza de los niños, y que su cuerpo no ha sido invadido por asquerosas bacterias (hasta que estos monstruitos se vuelven adolescentes y ahí sí, querido, entre el desajuste hormonal y la poca afección al baño, agarrate). Pero no se limita sólo a los púberes olorosos, sino que uno debe con una asiduidad que nadie elegiría, meter la nariz en el pañal de los bebitos, para reconocer colores, texturas y olores que los papis se desviven por mostrarle a EL.
Esta intensa relación Padres/Pediatra tiene su génesis en el derrotero que transcurre este Profesional de la Salud recién salidito de las aulas.
Todo comienza con una traumática formación (la Residencia), que comienza con la noble tarea de llevar carpetas con historias clínicas de un lado a otro para que los Especialistas dejen su impronta; y culmina, al pasar al último año de esta especie de Colimba, con el residente  creyéndose la reencarnación de Gianantonio, creencia que es justificable si pensamos que las salas de internación dependen de la genialidad del residente superior (esto se debe a la Maestría que realizan la mayoría de los médicos de planta en Café, Mate, y charlas que no le interesan a nadie).
Al finalizar la Residencia, los Pediatras vivimos un momento dramático. La inserción laboral. Son años de mi vida que prefiero olvidar. Atiborrado de guardias para sobrevivir (incluidos obviamente los fines de semana).
 Y un día, siempre algún colega que te lleva unos años, te encuentra tratando de terminar con esta cruel existencia, ahorcándote con un estetoscopio o haciéndote el harakiri con un baja lenguas; y llegan las palabras mágicas: ¿Por qué no empezás a hacer Consultorio?. Y de repente como una revelación, encontrás una luz al fin del camino, chiquita, eh! Pero no todo es tan negro. Entonces empezás esta nueva aventura, dándote cuenta de que casi no habías aprendido nada del manejo del consultorio en tu formación; y, en la mayoría de los casos, arrancás a atender sin tener aún tus propios vástagos, con lo cual no tenés experiencia como Pediatra, ni como Padre. Difícil!
Y realmente te das cuenta que esto es mucho más alegre que esas interminables guardias. Peeeroooo, resulta que tenés tres pacientes, y con eso no vivís. Entonces el objetivo pasa a ser aumentar el número de pacientes. ¿Y cómo podés hacer para lograrlo? simpatía, dedicación, obsecuencia, sumisión… casi un trapo de piso. Tenés que ser El Agradable, aunque te toque la Madre Primeriza Desquiciada, el Padre Preguntonto, o el Niño Monstruo que destruye el consultorio mientras la progenitora habla por celular y te dice: “Es un segundito, no te molesta, no?”. Y vos, ahí, sentado sonriendo como un imbécil, listo para una publicidad de pasta dental.
Pero este maquiavélico plan para generar volumen de pacientes, no consiste sólo en sonreír, sino fundamentalmente en generarle a los padres una dependencia pediátrica que los lleve a pensar que sin vos, no podrán subsistir; y que si ellos no siguen religiosamente tus indicaciones,  el niño no desarrollará todo su potencial, por culpa de ellos, obvio (la culpa y la dependencia generan maravillas).
Este plan, lamentablemente, dá resultado. Se acrecienta el número de pacientes, sí, pero la bola de nieve crece tanto que se vuelve ingobernable. La dependencia se retroalimenta y recibís llamados de lo más variopinto. Como por ejemplo:
-Llamado de urgencia: “a mi hija se le quedó trabada la cabeza entre los barrotes de la reja y no puede sacarla. ¿Qué hagooooo?”
-Padre experimentado ya: “el bebé tiene un moquito duro y tosió dos veces. ¿Es grave?”
-Fin de semana, hora de la siesta: “hola estoy en un asado, ¿Juan puede comer morcilla?”
-“El bebe se tiró un gas con mucho olor.”
Y así millones de llamados. Hasta que llega un momento en que estás hablando por teléfono todo el día, no hay descanso, no hay lugar para la familia. Es desesperante! ¿Qué hago? ¿Vuelvo a las guardias? Ni por toda la guita del mundo!!!. Dejo la práctica de la medicina? sí señor! paso a trabajar en un laboratorio! eso es vida, sueldo fijo, vacaciones, aguinaldo, fin de la jornada laboral a las 17hs. Vas a la entrevista y te encontrás con un personaje que casi no conocés: Un Jefe! ¿Qué? ¿éste me va a dar órdenes a mi? Yo, que hice 7 años de facultad, más cuatro de residencia, más la jefatura de residencia, más el postgrado, más… Olvidate!
¿Y entonces?.... ¿qué?
Entonces hice las paces con el consultorio, los monstruitos y las Mamis, pero ya no soy más El Agradable, pasé a ser YO MISMO. Basta de esa encantadora dulzura que empalaga.
Y ahí se produce una selección natural de los pacientes. Los que se sienten contenidos y acompañados, siguen eligiéndote como Pediatra; y el resto busca entre la interminable lista que tiene las Obras Sociales, para encontrar otro profesional que satisfaga sus necesidades. Ese es el momento en el cual comienzan a ocurrir todas las cosas que reflejamos en este blog. Y el momento en el que uno empieza a vivir esta profesión con mucha más alegría y honestidad.