sábado, 24 de noviembre de 2012

El Pediatra y Los de Fuego. Por EL


Así como está Sandro y “sus nenas”, está el Pediatra y “sus mamis”. Podés ser alto, bajo, gordo, flaco, fachero, un espanto, con onda, un cero, pero siempre vas a tener un club de fans. Y en el momento que lo notás, pensás que sos un banana, el tipo más canchero del mundo. Ves un Pediatra en ese momento de su vida y se cree John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” (y si sos un toque más moderno en “Pulp Fiction”, ¡que peliculón!); le crece la solapa del saco, los pantalones se le hacen Oxford, se le desprenden unos botones de la camisa, baja lo bola de espejos, y sí señor, hasta te hace el pasito con el dedito arriba-abajo -o si es un grande de verdad, baila como en la escena con Uma Thurman: Pediatra que baila bien, y si encima cocina, hace un desastre!

Cuestión que el tipo se dá cuenta que tiene “onda”, y pasa a usar camisa de manga corta, obvio adentro del pantalón pinzado y con unos buenos náuticos -mi dios, qué pancho! Pasado ese momento, más de Johnny Allon que de Travolta, te das cuenta de que podés ponerle un poco de charme a tu look; que hay grandes diseñadores de ropa que le pueden dar un “algo” diferente. Entonces decís ¿por qué no? un pantalón de lino, una linda camisita manga corta (en el verano de Buenos Aires hace 200 grados) y AFUERA DEL PANTALÓN (¡por favor!) con un calzado acorde. Y ahí sí, querido, dejás de ser el Dr. Pancho.

Este cambio exterior, en general, está acompañado de uno interior, que se exterioriza de mil formas. Y una forma de manifestarlo es el lenguaje: en un principio, cuando El Agradable se apodera de tu persona y ante la avalancha de inseguridades, el modo es técnico, lo más preciso y medicamente correcto posible, con dificultad para exteriorizar sentimientos y sin posibilidad de exabruptos (léase malas palabras). Imagínense una charla con un adolescente que está de joda y no le interesa nada más que eso, diciéndole “debes cuidarte, no bebas alcohol, ni fumes, las drogas han sido creadas por el mismísimo demonio, cuando tengas relaciones usa siempre preservativo y hazlo sólo por amor, cuidarte es quererte, bla, bla, bla”, mientras el pibe está con el iPod a todo volumen, poniendo cara de “este salame que me va a decir a mí, si habla como mi abuela”. El contenido es súper válido, pero la forma de expresión es fundamental para hacer llegar el contenido a esa loca cabecita, que requiere otra cosa.

Y cuando un progenitor te pregunta algo que no sabés (que podés tranquilamente no saber), quedás regulando cual rastrojero, violeta de vergüenza, intentando elaborar un esbozo de respuesta, tartamudeando, al filo de decir una idiotez… pero siempre con una respuesta. ¡Qué bárbaro, mi Pediatra, sabe todo!; hasta que googlea la pregunta y quedás como un perejil atómico; y obviamente te enrostrarán el error cometido, por abrir la boca como un pez. Pero el momento de transformación, de metamorfosis, hacia la psicodelia setentosa de Jonnhy Tolengo, te encuentra canchero, mascando chicle, sabiéndotelas todas, opinando sobre todo (como “el Diego”); y en ese momento, ante la factibilidad incontrastable de Internet, te hace caer de un lugar muuuuuchoooo más alto, cual bungee jumping pero sin soga, pegándotela contra el duro asfalto. Y ese golpe acomoda un poco esa cancherez idiomática, llevándote a sacar a patadas a El Agradable y a Jonnhy (alter-egos sumamente detestables); y a empezar a procesar lo que vas a decir, desde un lugar intelectual y afectivo cierto y honesto; llegando a emocionarte por cosas lindas y feas (que las hay, y muchas). Simplemente volvés de un viaje interior, que te permite darte cuenta que no hay cosa más válida que ser auténtico, real. ¿100% honesto? De ninguna manera, porque estaría haciendo crucigramas y no dejando a 4 o 5 pacientes esperando mientras aprovecho este ataque de inspiración. ¡Chau, hasta la próxima, porque sino los padres de Sofía, me van a matar!



2 comentarios:

  1. Tremendo relato EL, como si estuvieras en una montaña rusa que te eleva y te baja.
    Por un momento hasta pensás que sos vos quien la controla, hasta que te das cuenta que ni siquiera podés frenarte.
    ¡Ahora entiendo por qué el pediatra me dejaba esperando! En venganza, espero que sigas escuchando los monólogos sobre nauseas, piernas hinchadas, y preguntas que te invitan a agarrar la guitarra.
    Te sigo leyendo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias pór tu comentario. En mi caso particular, como ademas de medico, soy músico y guitarrista, el guitarreo me sale como sonata o sanata.
      Mejor que hablar sin saber, es poner una buena cara pocker.
      Salutti.

      Eliminar