viernes, 14 de diciembre de 2012

Las Batiseñales. Por Mami


Cuando tu chiquitín tiene algo grave (por ejemplo, mocos) y tenés que convocar a TU Pediatra al rescate, podés tener 2 potenciales conflictos: el primero es no tener suficiente acceso; esto es lo peor que le puede pasar a  una MPC, si vas a la consulta prenatal y el potencial ángel de la guarda no te dá su celular, nunca vayas a una segunda consulta. Punto, sin discusión. El segundo, es tener demasiado acceso. EL nos dio de movida su celular, el teléfono del consultorio y su mail, y un poco más adelante, luego de haberle demostrado que tengo una mínima cuota de ubicación, me dio también el bien más preciado de mi maternidad: su PIN de blackberry. Hasta ahí todo fantástico, sé que lo puedo ubicar cuando lo necesite; pero el problema se genera cuándo te dás cuenta que todos esos datos personales no venían con manual de uso -y abuso!.
Me explico: la mayoría de las madres comprendemos que ese señor, que es todo para nosotras, también tiene una familia, otros pacientes, amigos, y capaz hasta ganas de mirar tele un rato  sin que nosotras lo estemos acosando. Por eso, comprendemos que si el nene está paspado no es necesario llamarlo, y si no puede respirar sí es necesario llamarlo. Pero entre una paspadura y una insuficiencia respiratoria hay un sinfín de situaciones que, simplemente, y por más que pongas tu mejor buena voluntad, te dejan perpleja. Confieso que he pasado horas preguntándome si un determinado síntoma de mi beba ameritaba una comunicación; y en caso afirmativo, si correspondía un chat, un mail, o un llamado (porque obviamente cada uno tiene diferente fuerza intrusiva). EL, que es un sol, siempre me dice “es preferible una consulta de más que una de menos”, pero yo estoy convencida de que lo dice porque es buena gente y que la realidad es que el 98% de las consultas que le hago le parecen totalmente improcedentes.
Y en el fondo, salvo las primeras semanas del bebé, que no sabés ni para qué lado va el pañal (y por algún extraño motivo creés que EL es el que tiene que solucionarte todas las dudas, por más que no tengan nada que ver con la salud física del vástago); la realidad es que después, cada vez que le vas a hacer una consulta, medio que ya sabés qué te va a contestar: “dale termofren/ventolín/reliverán y controlala. Si no le baja la temperatura/sigue agitada/sigue vomitando llevala a la guardia y avisame. Si querés que la vea estoy en el consultorio a partir de las equis”. Y sí…ya sabés que te va a contestar eso; ya sabés que le interrumpiste lo que sea que estuviera haciendo cuando le mandaste tu mensaje intrascendente; ya sabés que piensa que sos subnormal por no poder darle un Mejoralito al chico sin SU aprobación. Pero no podés evitarlo, NECESITÁS sus palabras. Invariablemente, una vez que te contesta lo que ya sabés que te iba a contestar, te sentís más huérfana que antes, porque seguro que esta vez es diferente, seguro que  a tu primogénito le salió un grano en un lugar levemente diferente de todas las otras veces, y si él supiera la exacta ubicación se daría cuenta que es peligrosísimo y te daría más bola. Pero en ese momento ya te dá vergüenza volver a escribirle, hacés de tripas corazón y observás a tu albóndiga humana compulsivamente hasta que se le pasa o tiene otro síntoma, por más sutil que sea, que te habilita a abrir la línea con EL otra vez.
Otro problema que tenés cuando finalmente decidís llamar al superhéroe del estetoscopio, es cuánta información pasarle y cómo clasificarla. Tratás de ser sintética para mantener su atención hasta que vos termines de describirle el síntoma; pero al mismo tiempo le querés pasar suficientes datos como para que pueda identificar por qué esta caquita floja en particular justifica que lo llames a las 11 de la noche de un domingo.  Para esto, los medios de comunicación modernos pueden parecerte muy útiles pero no dejan de ser un espejismo. Admito que le he mandado una foto a un pañal particularmente dudoso, o a una manchita en la piel; y en ninguno de esos casos EL me dió pelota. Y está bien que así sea…si TU pediatra te diagnostica al pibe basándose en una foto de blackberry, salvo que sea una fractura expuesta, cambiá de pediatra. Urgente.
Por otro lado, no olvidemos que lo que para nosotros es “el nene tiene tos”, para ellos no significa mucho. Porque resulta que hay unas 37 variedades de tos diferentes, que significan otra tanta cantidad de cosas. Con lo cual, la respuesta va a ser más o menos la misma que antes, saltándose la parte en la que le dás alguna pavada (termofrén, ventolín o reliverán) para sentirte útil y bajar la ansiedad hasta que te decidís a hacer lo que tendrías que haber hecho en primer lugar: llevárselo al consultorio para que él mismo te diga que no tiene nada y que para qué le hacés perder el tiempo por una tos pedorra.
Igual no te preocupes, esta sensación de indefensión que enfrentás cada vez que le tenés que transmitir a TU Pediatra qué le pasa a tu tesorito, va mejorando con el tiempo. Después de unos meses o años –dependiendo de cuán sano sea el bebé- unas cuantas visitas a la guardia, algunas consultas con Especialistas y, por qué no, alguna corta visita al ala de internación pediátrica de algún coqueto sanatorio, vas a poder decir sin trabarte palabras como “hepatomegalia”, “taquipneica” y “atelectasia”. El siguiente paso es poder introducirlas en una oración con sujeto y predicado, y que la misma tenga sentido. Y ahí, solo ahí…vas a estar acercándote a que a EL le parezca información marginalmente valiosa lo que vos sos capaz de transmitirle. Hasta tanto, resignate a que te mande a darle Termofren y se olvide de vos a los 5 segundos.
Y ahí, cuando EL empieza a considerarte un ser humano, empieza otro problema, el de la autodeterminación. EL ya te conoce, confía relativamente (y vaya uno a saber por qué), en tu criterio; asume que sos capaz de mantener al pequeño con vida y en aceptable salud y que viste los síntomas la suficiente cantidad de veces como para entenderlos. Y así, de golpe y sin mucha preparación, te delega alguna decisión. Convengamos que no va a ser ninguna muy trascendente, pero vos te hiperventilás igual. La escena se desarrolla más o menos así: vos le escribís o lo llamás y le decís que tu tesorito tiene, por ejemplo, diarrea. EL, sin anestesia te dice: “Fijate que no se deshidrate, y si tiene mucha diarrea llevalo a la guardia”,  ahí te sentís completamente en bolas y entrás en pánico, porque no es una indicación concreta y precisa. Te preguntás qué le hizo pensar a este señor que vos estás capacitada para discernir si un chico está deshidratado (aunque te repitió hasta el hartazgo los signos de la deshidratación, cada vez que le martillaste el cerebro porque el nene te hacía caquita floja). Pero por otro lado, como buscás la aprobación de EL más de lo que buscabas la de tu papá a los 8 años, no querés declararte incompetente, y ahí te plantificás al lado del chico, a mirarle la lengua cada 4 segundos para comprobar que todavía tenga saliva; y hacés una encuesta on line para tratar de llegar a una respuesta uniforme sobre cuánta diarrea es “mucha”.

2 comentarios:

  1. Mami tu Pediatra te dio el PIN de BlackBerry? Es la Madre Teresa, quiere el Nobel de la Paz? Que suerte que tienen algunas. Cuidalo. Saludos.

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  2. Yo ya lo propuse para el Nobel de Pediatría, el de Psicología y el de Paciencia. El de la Paz no se me había ocurrido, pero gracias por la sugerencia, lo voy a postular también para ese. En cuanto a cuidarlo...dentro de poco es el cumpleaños, si caigo al consultorio con globos y una torta, ¿decís que quedo muy chupamedias? Besos. Mami

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