jueves, 27 de diciembre de 2012

Las Antivacaciones. Por EL y Mami.


Después de un año de mucho laburo, llegan las tan ansiadas vacaciones. Uno está desesperado por llegar a este momento en el cual, absolutamente engañado por los mecanismos de la mente, cree que va a descansar y disfrutar como nunca y todos los problemas del año quedarán sepultados, por esta construcción fantasiosa. En primer lugar, para los profesionales independientes, se nos vuelve todo un tema, porque hay que pagar lo que uno supuestamente va a disfrutar, y todo lo que queda en Buenos Aires (los fijos habituales, incluido el consultorio), y obviamente no entra un mango. Con lo cual queda un tomuer importante, que de alguna manera siempre se paga.
Se acercan las fiestas, el turrón, las calorías, la  lucha para que mi pulga no se tire encima del arbolito de cuanta casa visitamos en todo el mes…y las tan esperadas y temidas vacaciones.  No sólo el blog se toma unas vacaciones, sino que nosotros también partimos por unos días buscando horizontes con menos piquetes y menos jefes. Y lo que hasta hace no tanto tiempo (aunque parece de otra era geológica) era una ocasión para el absoluto relax, hoy es una receta para el absoluto caos. Lo que antes era “el día anterior preparo un bolsito y si me falta algo lo compro allá” hoy es “falta un mes y medio para irnos y ya estoy estresándome pensando en cómo voy a hacer para que en las vacaciones mi beba no se insole, no se indigeste, no se aburra, no se le cambie el sueño, no se me pierda en un aeropuerto, no coma demasiada arena y no me haga rogar volver a la oficina”.
El primer paso es lo concerniente a los preparativos. En mi caso particular, mi mujer se encarga de la valija de ella y de los chicos; y a mí me toca meter algo de ropa y un botiquín, que podría servir para  pasar un mes en el Amazonas, amenazado por alimañas y animales a los que solo Indiana Jones sobreviviría. Toda la papelería también queda bajo mi dominio, más el tema “auto”, que realmente no es mi fuerte. Después de un año de desprecio absoluto por el vehículo, me acuerdo el día anterior que, como debo llevar a la flía a la ruta, resultaría prudente controlar las cubiertas. Obviamente siempre están bajas y desparejas; y como ya no hay tiempo de soluciones reales, les pongo aire a full y que aguanten. Como buen Pediatra, lo que siempre está impecable son sillita y suplementos para niños. Y acá no es joda, no salgo de casa sin chequearlo.
Por suerte, por lo menos este año coincidimos con EL en el período de vacaciones. Juro que es casualidad, aunque mi marido dice que si EL hubiera decidido irse en junio, yo cancelaba todo y tiraba 6 meses  más con tal de no volver a quedarme otra vez “despediatrada” en Buenos Aires. Yo me hago la superada y digo que nada que ver, que soy perfectamente capaz de sobrevivir 15 días con el pediatra suplente; pero la verdad que me acuerdo de lo que EL “me” hizo el año pasado y me dan ganas de llorar. No sólo se fue en otro momento, haciendo que los períodos de orfandad fueran dos (cuando EL estaba de vacaciones, y después cuando me fui yo); sino que ni siquiera tuvo la delicadeza de irse a la costa argentina, donde ante cualquier eventualidad yo hubiera podido enfermarle el cerebro con mails, chats y llamados. El muy ingrato cargó a toda su familia, apagó el celular, tiró bomba de humo y se metió 3 semanas en un barco en el medio del océano!!! Obviamente dejó un suplente del que me recitó todas las virtudes antes de irse; y obviamente al suplente no lo llamé ni media vez ¿qué se creé? ¿que a mí me arregla con cualquiera?
Ahora empieza lo jugoso. Durante el mes previo a mi salida, todos los padres me preguntan en caso de necesidad, a quién deben concurrir (pregunta superlógica, diría el Indio Solari). Y otros a manera de chiste (pero todo chiste se basa sobre una realidad inexpugnable) me dicen: ¡espero no tener que llamarte durante tus vacaciones! Y esta es de las respuestas mías, que más placer me generan: ¡No creo que puedas hablar conmigo, porque son mis vacaciones, y no voy a estar disponible! Tomááááááá! Te lo dije, in your face! Y volviendo a una conducta un poco más polite, les digo: “en la casilla de mensajes de mi celular dejo el teléfono del Dr. Pirulo, que es un excelente médico (y realmente lo es, porque si no, no lo dejaría al cuidado de mis pacientes). El mensaje dice claramente, comunicarse con el Dr. Pirulo, en caso de urgencia. Y nuevamente volvemos a una disquisición filosófica sobre la palabra URGENCIA. Para un Pediatra una urgencia es una convulsión, un cuadro febril de difícil manejo, un broncoespasmo, etc. Y definitivamente no lo es, un certificado de aptitud física, la elección del protector solar, corroborar si el Nestum de maíz se puede dar a los 7 meses, la gran preocupación de los padres durante el asado, LA MORCILLA, etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc, etc.
Obviamente una de las (millones de) cosas que cambian cuando tenés un hijo es la elección del destino de las vacaciones. Cuando estaba sola, me prendía al plan con amigas que más me divertía; cuando conocí a mi marido, emprendíamos viajes en auto por algún país interesante, parando dónde queríamos, comiendo cuando teníamos hambre y eligiendo el hotel sobre la marcha. Ahora, con pulguita 1 en pleno terremoto de año y medio y pulguita 2 en camino, la elección del lugar de vacaciones se vuelve tema de conversación alrededor de mayo, y conlleva múltiples elucubraciones sobre dónde es menos complicado sacar a pastar al monstruo. Por supuesto, los viajes en auto quedan completamente descartados, y el hacernos los hippies y comer y dormir cuándo, dónde y lo que pinte se transforma en una utopía. Las opciones para irte de vacaciones con niños sin divorciarte, psicotizarte, o terminar vendiendo al pendejo en el intento son llamativamente pocas, llamativamente burguesas….y llamativamente caras.
¿Pero Uds. creen que esto termina acá? ¿El tipo baja la cortina del consultorio, sale de vacaciones y se terminaron los pacientes? Error! EL vive permanentemente la Pediatría, a cada instante. Porque no lo puede evitar, quiera o no. Me voy de vacaciones a un destino donde está lleno de compañeritos de escuela de mi hijo mayor. Con lo cual diariamente recibo consultas sobre fiebre, picaduras, eczemas, quemaduras de sol, uñas encarnadas, de los amiguitos de mi primogénito. Y obviamente de sus hermanos y cada tanto de sus padres. Y todo de onda, 100%, buena onda. Cada tanto algún copado, me invita un asadito ¡ya que me sacaste de este apuro! Pero la máxima fue el verano pasado: ni bien entro al edificio, me cruzo con una cara conocida, que me abraza y me larga todo un speach: “yo soy amigo de Fulanito, te estaba esperando, no sabés lo que me paso! Bla, bla, bla. Y no confío en los sanatorios de acá, no veía la hora de que llegues”. Casi sin dejar las valijas, abandonando a mi mujer e hijos porque este monstruo me arrastraba hacia su departamento para ver a su chiquito, me encuentro en un fastuoso hogar rodeado de caras que nunca había visto. Reviso al niño, que obviamente no tenía nada importante, y la madre le dice al padre (quien me arrió cual ternero descarriado) “preguntále cuáles son sus honorarios” (¿y por qué no me lo dice directamente a mi? ¿Ésta no habla con la plebe? ¿el dinero es un tema que a ella no le concierne?) Entonces recibo la pregunta: “¿Qué te debo?” ¿Y el boludo que contesta? Nada, no te preocupes, cualquier duda estoy en el departamento 602. Vuelvo a casa con mi familia que había quedada sepultada debajo de las valijas, y mi mujer me dice: “contame. ¿Qué pasaba?”; le cuento la historia, y para terminar de ponerme el disfraz de salame, me dice “¿sabés quién es? Pepito, vive en el Chateau de Libertador”. Y yo gratis, sin cobrar ni un asado, porque no es amigo. ¿Pensás que me trajo a una botella de vino al 602? ¿Haberlo atendido en cortos, desvaloriza la consulta?
Genial, ya decidimos a dónde nos vamos, hicimos terapia individual y de pareja para poder tolerar el régimen 24/7 con nuestro adorable demonio de Tazmania, fuimos al consultorio de EL a pedirle con lágrimas de despecho en los ojos que nos diga a quién recurrir en su ausencia y a qué ignoto sanatorio del destino vacacional salir disparados si pasa algo, y pateamos para adelante o le encajamos a otro todo tema laboral que debía ser resuelto antes de nuestra partida. Ahora sólo falta hacer la valija. Fácil. Solamente hay que poner ropa abrigada y ropa livianita (nunca se sabe con este clima tan cambiante), todo en múltiplo de 3 de la cantidad de días que nos vayamos, por las dudas que se enchastre; las cosas de “tocador” del bebé (que te ocupan media valija), cosas de comida, también del bebé y también por las dudas (te ocupan la otra mitad y si te las agarran en la Aduana te las confiscan, te multan y con un poco de suerte vas en cana y podés descansar en serio durante las vacaciones); y ahí más o menos ya estamos…ah, no…falta el “botiquín” del pequeñito. Yo, que antes viajaba con los anticonceptivos y un Tafirol (vencido); ahora tengo que transportar por el mundo un surtido medicamentoso digno de un hospital de campaña, no vaya a ser cuestión que le agarre algo y yo no consiga la única marca de Ibuprofeno que logro que mi beba no escupa. Y allá vamos, bebé, papá y yo acompañados de Ibupirac en 2 presentaciones, Termofren, jeringas sin aguja para que tome el bendito antitérmico, termómetro digital y de mercurio, reliverán niños, 2 aerocámaras por si una se rompe, el remedio del broncoespasmo, el otro remedio del broncoespasmo, el tercer remedio del broncoespasmo, la pastillita amarilla que hay que darle día por medio, el Fluor aunque sólo tenga 2 dientes, el otro cosito ese que no me acuerdo para qué servía, el hypersol para los mocos, el hipoglós por si se paspa, y la otra crema, esa con vitamina nosecuánto por si se paspa más, el antihistamínico por si se brota y algunos frasquitos más que hay en el estante del armarito del pasillo, que no me acuerdo qué son, pero para algo los habré comprado. Menos mal que sólo “descansamos” una vez al año!!!!!
¡Qué tengan unas buenas vacaciones, y nos leemos en marzo!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sociales y Antisociales. Por EL


Un temita no menor es: Los Médicos y las Obras Sociales. Según los Pediatras que están de vuelta, los jóvenes se mueren por entrar en ellas, y los grandes se mueren por abandonarlas. Por los bajos honorarios (que consideran apropiados los grandes gerenciadores de esta peste que destruyó a los galenos argentinos), la consulta se ha vuelto una picadora de carne. Muchas veces los padres se quedan con ganas de desplegar el archivo de Word repleto de preguntas, que prolijamente guardan en su smartphone; Y en otros casos a los Pediatras nos quedan cosas en el tintero, por este rash (por veloz, y no por erupción cutánea) medicinal.

Y no nos olvidemos que, nosotros los Pediatras, para algunos padres, somos un especie de Semi-Díos; según palabras de ellos: “deposito lo que más quiero en vos”, “me generás una confianza y tranquilidad enormes”, “me siento super contenida”, “cómo la envidio a tu esposa, que te tiene todos los días en su casa”, “bla, bla, bla”. Pero el día que cambian de laburo y por ende cambian de Obra Social o Prepaga (y no figuramos en su cartilla), todas esas palabras se las lleva el viento. Y ante la negativa, a la pregunta obvia: ¿atendés por Swiss Medical?, se olvidan de la contención, de la tranquilidad, de la confianza, de la envidia a mi esposa…. y buscan a otro Pediatra que les queda cerca de la casa o es el Pediatra de Cami, Luli o Santi, y chau, fuiste. No existís más. ¿Entonces de quien son pacientes los chicos? ¿Del Pediatra o de OSDE, Galeno, Swiss Medical, etc.? Porque no vaya a ser cosa que tengan que pagarte la consulta. ¡Por favor! ¡Cobra 200$, un afano! Pero después van a la Pelu y se tiran un quiñones (500 mangos) en la cabeza. Esa sí es guita bien gastada.

Otro tema psicotizante para los Pediatras es el tema de los turnos. Si el turno es a las 15:40, por qué llegan 16:30??? ¿Qué parte no se entendió? ¿No es claro? 15:40 es 15:40, no la hora que te pinte. Podría hacer una lista de excusas que he recibido, desde probables y creíbles, hasta las más inverosímiles:

-“El tránsito está tremendo” (Pensamiento de EL: salí con más tiempo, ¿pensás que los demás vienen en helicóptero?)

-No conseguía lugar para estacionar. (Pensamiento de EL: hay un estacionamiento a una cuadra, el del shopping no te molesta pagarlo)

-Tuve que ir a buscar al hermano al cole (Pensamiento de EL: ¿y? ¿Le cambiaron el horario? ¿No sale todos los días a las 16:30?)

-Tenía turno con el obstetra (Pensamiento de EL: ¡y a mí que me importa!)

-El nene estaba durmiendo la siesta y no lo quería despertar (Pensamiento de EL: gorda, vos también estabas apolillando, tenés toda la cara marcada de la almohada).

-No lo podía sacar de la pileta (Pensamiento de EL: ¡me estás jodiendo!, decime por favor que me estás jodiendo)

-Me equivoqué. Pensé que era a las 5:30, no a las 15:30. (Pensamiento de EL: ¡ah, te confundió el 1 del principio!  ¡Pensaste para qué lo habrán puesto!).

Y ni hablar cuando empiezan a matar familiares por el camino. Encima quieren que te sientas culpable, porque te ponen de manifiesto lo importante que es para ellos la consulta con EL, que a pesar de la desgracia que están viviendo, no dejan de concurrir al momento más sagrado de conexión con la espiritualidad, que los acerca al Nirvana. La voz tántrica del Pediatra que sirve de medium entre los Padres y el ser querido que anda paseándose por la autopista de los espíritus (¿Será un kilombo el tránsito allá, como acá abajo? ¿Tendrán autopistas de dos pisos?).

Y mucho peor es cuando sacan turno y no van. Y tal vez son tres hermanos. Entonces el pobre profesional se tiene que fumar los 60 minutos, de clavo, y la mami no tuvo ni siquiera la consideración de llamar y avisar. Porque la misma mina cuando tiene que suspender terapia, lo hace con el tiempo suficiente para que no le cobren la sesión. Entonces ¿por qué el salame del Pediatra tiene que bancarse esto? Porque es Pediatra, se dedica a los chiquitos, entonces es bueno y comprende.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Las Batiseñales. Por Mami


Cuando tu chiquitín tiene algo grave (por ejemplo, mocos) y tenés que convocar a TU Pediatra al rescate, podés tener 2 potenciales conflictos: el primero es no tener suficiente acceso; esto es lo peor que le puede pasar a  una MPC, si vas a la consulta prenatal y el potencial ángel de la guarda no te dá su celular, nunca vayas a una segunda consulta. Punto, sin discusión. El segundo, es tener demasiado acceso. EL nos dio de movida su celular, el teléfono del consultorio y su mail, y un poco más adelante, luego de haberle demostrado que tengo una mínima cuota de ubicación, me dio también el bien más preciado de mi maternidad: su PIN de blackberry. Hasta ahí todo fantástico, sé que lo puedo ubicar cuando lo necesite; pero el problema se genera cuándo te dás cuenta que todos esos datos personales no venían con manual de uso -y abuso!.
Me explico: la mayoría de las madres comprendemos que ese señor, que es todo para nosotras, también tiene una familia, otros pacientes, amigos, y capaz hasta ganas de mirar tele un rato  sin que nosotras lo estemos acosando. Por eso, comprendemos que si el nene está paspado no es necesario llamarlo, y si no puede respirar sí es necesario llamarlo. Pero entre una paspadura y una insuficiencia respiratoria hay un sinfín de situaciones que, simplemente, y por más que pongas tu mejor buena voluntad, te dejan perpleja. Confieso que he pasado horas preguntándome si un determinado síntoma de mi beba ameritaba una comunicación; y en caso afirmativo, si correspondía un chat, un mail, o un llamado (porque obviamente cada uno tiene diferente fuerza intrusiva). EL, que es un sol, siempre me dice “es preferible una consulta de más que una de menos”, pero yo estoy convencida de que lo dice porque es buena gente y que la realidad es que el 98% de las consultas que le hago le parecen totalmente improcedentes.
Y en el fondo, salvo las primeras semanas del bebé, que no sabés ni para qué lado va el pañal (y por algún extraño motivo creés que EL es el que tiene que solucionarte todas las dudas, por más que no tengan nada que ver con la salud física del vástago); la realidad es que después, cada vez que le vas a hacer una consulta, medio que ya sabés qué te va a contestar: “dale termofren/ventolín/reliverán y controlala. Si no le baja la temperatura/sigue agitada/sigue vomitando llevala a la guardia y avisame. Si querés que la vea estoy en el consultorio a partir de las equis”. Y sí…ya sabés que te va a contestar eso; ya sabés que le interrumpiste lo que sea que estuviera haciendo cuando le mandaste tu mensaje intrascendente; ya sabés que piensa que sos subnormal por no poder darle un Mejoralito al chico sin SU aprobación. Pero no podés evitarlo, NECESITÁS sus palabras. Invariablemente, una vez que te contesta lo que ya sabés que te iba a contestar, te sentís más huérfana que antes, porque seguro que esta vez es diferente, seguro que  a tu primogénito le salió un grano en un lugar levemente diferente de todas las otras veces, y si él supiera la exacta ubicación se daría cuenta que es peligrosísimo y te daría más bola. Pero en ese momento ya te dá vergüenza volver a escribirle, hacés de tripas corazón y observás a tu albóndiga humana compulsivamente hasta que se le pasa o tiene otro síntoma, por más sutil que sea, que te habilita a abrir la línea con EL otra vez.
Otro problema que tenés cuando finalmente decidís llamar al superhéroe del estetoscopio, es cuánta información pasarle y cómo clasificarla. Tratás de ser sintética para mantener su atención hasta que vos termines de describirle el síntoma; pero al mismo tiempo le querés pasar suficientes datos como para que pueda identificar por qué esta caquita floja en particular justifica que lo llames a las 11 de la noche de un domingo.  Para esto, los medios de comunicación modernos pueden parecerte muy útiles pero no dejan de ser un espejismo. Admito que le he mandado una foto a un pañal particularmente dudoso, o a una manchita en la piel; y en ninguno de esos casos EL me dió pelota. Y está bien que así sea…si TU pediatra te diagnostica al pibe basándose en una foto de blackberry, salvo que sea una fractura expuesta, cambiá de pediatra. Urgente.
Por otro lado, no olvidemos que lo que para nosotros es “el nene tiene tos”, para ellos no significa mucho. Porque resulta que hay unas 37 variedades de tos diferentes, que significan otra tanta cantidad de cosas. Con lo cual, la respuesta va a ser más o menos la misma que antes, saltándose la parte en la que le dás alguna pavada (termofrén, ventolín o reliverán) para sentirte útil y bajar la ansiedad hasta que te decidís a hacer lo que tendrías que haber hecho en primer lugar: llevárselo al consultorio para que él mismo te diga que no tiene nada y que para qué le hacés perder el tiempo por una tos pedorra.
Igual no te preocupes, esta sensación de indefensión que enfrentás cada vez que le tenés que transmitir a TU Pediatra qué le pasa a tu tesorito, va mejorando con el tiempo. Después de unos meses o años –dependiendo de cuán sano sea el bebé- unas cuantas visitas a la guardia, algunas consultas con Especialistas y, por qué no, alguna corta visita al ala de internación pediátrica de algún coqueto sanatorio, vas a poder decir sin trabarte palabras como “hepatomegalia”, “taquipneica” y “atelectasia”. El siguiente paso es poder introducirlas en una oración con sujeto y predicado, y que la misma tenga sentido. Y ahí, solo ahí…vas a estar acercándote a que a EL le parezca información marginalmente valiosa lo que vos sos capaz de transmitirle. Hasta tanto, resignate a que te mande a darle Termofren y se olvide de vos a los 5 segundos.
Y ahí, cuando EL empieza a considerarte un ser humano, empieza otro problema, el de la autodeterminación. EL ya te conoce, confía relativamente (y vaya uno a saber por qué), en tu criterio; asume que sos capaz de mantener al pequeño con vida y en aceptable salud y que viste los síntomas la suficiente cantidad de veces como para entenderlos. Y así, de golpe y sin mucha preparación, te delega alguna decisión. Convengamos que no va a ser ninguna muy trascendente, pero vos te hiperventilás igual. La escena se desarrolla más o menos así: vos le escribís o lo llamás y le decís que tu tesorito tiene, por ejemplo, diarrea. EL, sin anestesia te dice: “Fijate que no se deshidrate, y si tiene mucha diarrea llevalo a la guardia”,  ahí te sentís completamente en bolas y entrás en pánico, porque no es una indicación concreta y precisa. Te preguntás qué le hizo pensar a este señor que vos estás capacitada para discernir si un chico está deshidratado (aunque te repitió hasta el hartazgo los signos de la deshidratación, cada vez que le martillaste el cerebro porque el nene te hacía caquita floja). Pero por otro lado, como buscás la aprobación de EL más de lo que buscabas la de tu papá a los 8 años, no querés declararte incompetente, y ahí te plantificás al lado del chico, a mirarle la lengua cada 4 segundos para comprobar que todavía tenga saliva; y hacés una encuesta on line para tratar de llegar a una respuesta uniforme sobre cuánta diarrea es “mucha”.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Maxwell Smart(phone). Por EL


Un nuevo tema ha surgido con el devenir de los avances tecnológicos: el atosigamiento ya no es sólo por teléfono y mensaje de texto. Y acá abro un paréntesis porque el SMS lo vale ¿a qué mente privilegiada se le puede ocurrir que  un pobre Pediatra puede hacer medicina por esta vía? Días atrás el padre (¡padre tenía que ser!) de una paciente, una beba de 11 meses, me cuenta por “mensajito” (porque es pediátrico), que la hija estaba descompuesta, y quería saber qué le podía dar de comer. Obvio estamos salteando el interrogatorio para determinar qué quiere decir “descompuesta”: ¿hizo una vez flojo o 240 veces en el día? ¿tiene fiebre? ¿tiene vómitos? ¿tiene sangre en la caca? ¿hace bien pis? ¿cómo están las mucosas?; y ni hablar del examen físico. Pero sin detenernos en esos detalles, ¿se te ocurre que me voy a poner a mandar 35 mensajes de texto para completar la bendita lista de alimentos astringentes? Y ya que estamos, una pregunta filosófica, ¿es justo que el pobre (en el sentido más amplio y abarcativo) Pediatra tenga que pagar los mensajes que le debe enviar a los padres de los pacientes? Mandame por lo menos un whatsApp, mínimo!

Volviendo a la tecnología y su avasallamiento de Pediatras. Para descongestionar un poco el teléfono, y que no me agarre un tumor cerebral, por tener el celular pegado a la oreja todo el día, me compré un smartphone. Y empecé a decirle a los padres de mis pacientes que para las urgencias me llamen al móvil, y para preguntas que no sean de vida o muerte (entre nos “preguntontas”) me manden mail. ¡Madre mía, qué puerta he abierto! ¡Satanás se aprovechó!

Ahora los padres no solo me hacen cualquier tipo de pregunta, sino que además me mandan fotos de los granitos que le salieron en la cola al nene, de la caca del bebé, videos de la respiración mientras duerme, de los primeros pasos para ver si va a ser chueco o si tiene el centro de gravedad bajo como Messi, etc., etc., etc. Y cuando les decís que no podés definirlo por ese medio, que por el momento la medicina se hace LIVE -en VIVO-, que necesitás ver a la criaturita; resulta que lo que parecía una cuestión límite, pasa a ser algo menor, ya que “hoy no sé si voy a poder ir al consultorio porque Pirulín tiene un cumple, y es del mejor amigo y no puede faltar”. Pero si hasta hace 2 minutos daba la sensación que se venía el Apocalipsis, se iba a cumplir el fin del calendario Maya, 2012 FIN DEL MUNDO!!!

Y pensar que un médico del hospital donde me formé, atendía el teléfono (del consultorio) de 14 a 15hs para responder preguntas, y las FACTURABA. Y yo… el sábado, después de un copioso almuerzo, metido en la cama tapado hasta el cuello, aprovechando que mi hijita se había dormido y que el mayor ya está en edad de jugar 20 minutos sin quemarme el bocho, en un momento de pérdida transitoria de conciencia recibo un llamado de una mami -no primeriza- para preguntarme qué hacía con la nena de 4 años que tenía piojos “y antes de ponerle cualquier producto quería hablar con vos”. ¡¡¡¡¡¡¡Sábado 14hs!!!!!!! ¿Puede ser? ¿Es posible ser tan desubicada? ¿Soy yo el qué genera esto? ¿Si le contesto mal soy un insensible? ¿Y después quién se la banca a mi esposa, que pobre mujer (después de ser madre y profesional toda la semana) tenía la intención de dormirse una puta siesta de 30 minutitos? ¡My god!

Otra que me viene cual flashback: Domingo 20hs, al borde del suicidio dominical, “Doc estoy poniendo la sillita en el auto, ¿cómo era? ¿hasta los 9 kilos va mirando hacia atrás? Perdoná que te lo pregunte hoy, pero después en la semana se me complica”. ¡Y a mi qué carajo me importa tus complicaciones de la semana! ¡Flaco, domingo a la noche! ¡Dejame vivir en paz, por favor!

Yo me pregunto, ¿qué pasaría si los Pediatras tuviésemos un 0-600, y los padres tuviesen que pagar por minuto las consultas telefónicas? ¿Disminuirían? ¿Filtraríamos las preguntontas? Cuando yo les digo que por favor me llamen para saber cómo evoluciona el/la chiquito/a de un cuadro que reviste cierta gravedad ¿estoy dando un free pass, para que me llamen por cualquier pensamiento/reflexión/conjetura que se les pase por la cabeza? ¿Es lo mismo un bebe de 3 meses de edad con 39 grados de fiebre, que un adolescente con acné? ¿El huevo o la gallina? ¿El chancho o el que le da de comer? ¿No por mucho madrugar se amanece más temprano? ¿A caballo regalado no se le miran los dientes?